miércoles, 20 de febrero de 2008

Y te regalaré, infinitamente ingrávido, mi amor en el aire

He empezado mi nueva etapa profesional como correctora editorial. No sé si con buen pie o con mal pie, según se mire. El otro día me llamaron de una editorial, interesados en mi CV y en mi persona, para que les hiciera una corrección. Quedé fatal cuando dije que por supuesto les conocía, porque no tenía ni pajolera idea, ya que no publicaban novelas, como rápidamente respondió la marilisti que llevo dentro, sino cómics. En fin, que después de recuperar mi honor telefónicamente enumerando los múltiples cómics que había leído a pesar de no ser una lectora de cómics empedernida ni mucho menos (salvando Esther y su mundo), decidieron que yo no era tonta del todo y me convocaron a una reunión.
La reunión fue muy bien. Quedamos en que me pasarían un cómic para corregir, de prueba, y que saliera como saliera la cosa me regalaban un cómic para que no me fuera con las manos vacías y ellos se quedaran con la conciencia tranquila por el tiempo invertido. Muy majo el hombre, me gustó mucho. Era clavadito al vendedor de cómics de los Simpsom, como era de esperar.
Pues resulta que al día siguiente recibo un cómic en mi correo y un mensaje en el que se me llama Natalis en vez de Natalia y me piden perdón por haberse estado refiriendo a mí como Natalia todo el tiempo y no haberse fijado en mi nombre. No salgo de mi asombro en un primer momento. Cómo habrán dilucidado y si no fíjense en su teclado, la S está justo al ladito de la A, y las prisas son malas consejeras. Nada, que tuve que escribirle diciéndole que no tengo ascendentes cubanos, ni canarios y que me llamo como me llamo, bastante sonrojada mientras lo hacía, acompañada de las risas del resto de las Chatungas.
No contenta con eso, después de la prueba (que fue regulera), ayer me dan otra oportunidad con otro cómic que ya no es de prueba, sino trabajo real. Y me dicen que me han estado llamando al fijo de Can Chatunga y que siempre está comunicando. "Qué raro, pienso, si casi no lo usamos". Y claro, miro mi CV y mi número de teléfono fijo, que no suelo poner, está mal. Con lo cual tengo que llamarle y decirle que no me sé mi número de teléfono, a sabiendas de que era lo que faltaba para considerarme tonta de remate. Se rió mucho, con lo cual deduzco que he caído en gracia en esa editorial, aunque no sé cuántas más me pasarán antes de dejarme por imposible.
Resulta que ahora corrijo cómics, cosa que me tiene fascinada y de lo más entretenida. La mayoría son medio porno, pero siempre mejor que un libro que tengo sobre la estructura de la imagen en el mundo digital esperando ser corregido encima de mi camita. El último cómic alternaba viñetas con breves relatos, e incluso poesías enmarcadas en un cuadrito con angelitos, todo muy mariquita. Algunas son supertiernas, pero otras me dejan a cuadros cuando leo cosas como:
"Tengo una obsesión
con verte en la micción,
agarrar tu manguera
y apuntar a mi vera"

Me temo que me quedaré trastornada de por vida si sigo por esta vía laboral.

martes, 12 de febrero de 2008

Buh

Francesca, Alex, Claudia, Nicola, Fede, Imke, Sofi, Elena, María Patoucha, Stefano, Sabe y ahora la Pecosita.
La única pega de vivir en una gran ciudad es que todo el mundo tiene la manía de estar sólo de paso. Desde que llegué no he parado de despedirme de gente que se había convertido en parte de mi vida. ¿Es que nadie tiene pensado quedarse conmigo, aquí en Barcelona?

miércoles, 6 de febrero de 2008

I'm psyched to see you

Aún arriésgándome a parecer pedante (muy pedante) esta mañana me he dado cuenta de que soy una mujer del futuro que no necesita galanterías ni chorriflauteces para sentirse atraída por un hombre, sino que lo que realmente me pone es el conocimiento, un hombre listo y a ser posible diseñador web. Guárdense sus comentarios sobre mis escarceos con hombres que no detacaban precisamente por su inteligencia, por favor. Ni por su brillante futuro, mamá.

Esta mañana me he dado cuenta de que mi obsesión por el dreamweaver y por el diseño web está llegando a límites insospechados. Debo recordar que procedo de una familia con cierta tendencia obsesiva hacia las cosas más absurdas (mi tía y su obsesión con el Tetris, el marido de mi madre con ordenar la vajilla a todas horas, mi madre por no dejar un centímetro de pared libre y Carlitos con sus pegotitos de plastilina, entre otros), lo que hace todo quizá un poco más comprensible.

Bueno, al grano. Estaba yo esta misma mañana completamente desquiciada y con los nervios de punta en clase, peleando a vida o muerte con los uls y los lis y demás elementos del susodicho programa que se me resistían y se multiplicaban a voluntad (no conozco programa más terco que el Dreamweaver a la hora de hacer lo que le viene realmente en gana) cuando mi profe acudió en mi auxilio. Este joven -nada más lejos que desmerecerlo- no destaca precisamente por su belleza (y sus proporciones de exjugador de rugby profesional tampoco ayudan a lado de lo poquita cosa que soy yo), rápidamente comprendió el problema y con unos tecleos por aquí y otros por allá, en dos segundos rehizo mi trabajo de meses. En ese lapso de tiempo yo pasé de suspirar por lo bajo considerándolo mi héroe a tener toda clase de pensamientos impuros con este Adonis de la informática rondando mi mente, bastante sucia últimamente debido a un descanso en la ingesta de anticonceptivos, algo que me tiene con las hormonas revolucionadas.

Bien pensado puede que todo se reduzca a eso, a mis hormonas a mil, ya que ayer viendo la nueva serie de Antena 3, “Física o química”, sólo necesitaba que enfocaran dos veces a cualquiera de los niñatos para que le encontrara cierto atractivo.

Aún va a resultar que, a pesar de toda la racionalidad y metodicidad que llevo dentro como la Virgo de pro que siempre fui, la píldora mantenía latente una bomba sexual esperando su momento.