miércoles, 30 de diciembre de 2009

Adiós, 2009

Empecé el año entre lágrimas de añoranza y aún tardé unos meses en conseguir unir cabeza y cuerpo en mi querida Barcelona, que tanto me ha dado y a la que mi corazón traicionó a la primera de cambio. En este 2009, y pese a la crisis, casé a mi madre entre vapores etílicos y relajación suprema, hice un Jack&Rose en Dublín, conté tortugas en un pantano de Madrid, recorrí en moto Menorca, me perdí con nocturnidad en los arrozales del delta del Ebro, fui la albina más feliz de las islas griegas y sentí todos los adoquines de Lisboa bajo mis suelas. Reí y lloré, hice y deshice planes, me peleé a gritos y me reconcilié entre susurros, fortalecí lazos, creé nuevos para siempre y aflojé sin querer otros. El trabajo me centró y despistó a partes iguales y di la campanada en una noche de primavera en la que me quedé dormida en un portal. Regresé a casa para gritar a los cuatro vientos que me había enamorado y entre las piedras de Santiago me lié la manta a la cabeza para decidir que contigo pan y cebolla, pero contigo.
Feliz 2010.