martes, 9 de diciembre de 2008

New Yorker Post. Crónica novena (y final)

Acabo de recibir el aviso, por si no me había dado cuenta, por si pensaba hacerme la longuis, de que este sábado debo abandonar mi humilde morada judia en NYC. Como si no llevase temiendo este momento desde hace tiempo, contando los días en una dolorosa cuenta atrás.

Me siento confusa, terriblemente confusa. Sé que todo se debe a este síndrome de final de campamento al que sucumbo después de cada viaje, cuando vuelvo con la cabeza a pájaros con planes de mudar mi residencia a Madrid/Bilbao/Londres (intercambiable por cualquier ciudad en la que me lo haya pasado en grande) y por un lado tengo ganas de volver, ver a mi gente y en cierta manera retomar algunas de mis rutinas, pero siento que esta ciudad y yo no nos hemos dicho aún la última palabra y que volveremos a vernos pronto.

Todo va rápido en NYC, constantemente en movimiento, entrando, saliendo. Y me encanta sentirme una hormiguita dentro de este flujo de gente, tráfico, idiomas. No me puedo imaginar pasar un día entero sin levantar la cabeza y buscar con la mirada el Empire, omnipresente.

Por momentos me siento emocionalmente agotada. Han sido 3 meses exprimidos al máximo, viviendo todo tipo de experiencias, riendo, llorando, sintiendo. Magnificando los sentimientos, vaya, que me viene al pelo. Todo el día pegada a mi móvil yankee, una pequeña centralita pelirroja. Recibiendo mensajes llenos de slang y abreviaturas indescifrables para mí en un principio. Ahora sé que LMAO significa "laughing my ass off", o lo que es lo mismo, nuestro partirse el culo de toda la vida.

Hay gente a la que te encuentras de vez en cuando en la vida, quizá por un instante, pero que no podrás olvidar jamás. Deben de ser esas personas amarillas de las que habla Albert Espinosa, personas en un estado intermedio entre la amistad y el amor. Mi amarilla por siempre, mi Alicia. Y si ella me hizo la vida más feliz durante mi estancia aquí, mis dos hermanos mayores neoyorquinos me la hicieron infinitamente más divertida, gracias Sam y Namil, convirtiendo los lunes en mi día favorito de la semana y los martes en mi día de convalecencia. Y nunca me he sentido sola, porque siempre estaba ahí Javi de Calpe.

Voy a echar de menos tantas cosas. Pero sólo dos estoy deseando perder de vista, y una es el hecho de que todo, absolutamente todo en esa ciudad me da calambre, me paso el día entre molestos chasquidos al tocar lo que sea. Y otra es al maloliente homeless que se ha instalado en la parada de metro de la 86 con Lexington para los restos, convirtiendo la cotidianeidad de coger el metro en un pequeño suplicio. Quiero seguir paseándome por los pasillos de un súper con miles de tipos de mantequilla de cacahuete y comerme un baggel con cream cheese para desayunar. Quiero acercarme hasta Union Square a ver qué se cuece, hacer fotos a las miles de tonalidades distintas que hay en Central Park, tomarme un frozen margarita cuando se me antoje, disfrazarme de lo que sea pero sexy en Halloween, comer pavo en Thanksgiving, y maldecir y acompañar casi cada palabra con un fucking.

Nadie me tomó realmente en serio cuando me propuse venir a NYC a mejorar mi inglés. El día que empecé a hablar en castellano con mi profesora de inglés me acordé de todos ellos. La profe más linda del mundo, la más graciosa, la de los dientes más bonitos, Faboulous Maria.

También mis novios (algunos reales, algunos ficticios, algunos conscientes de ello, otros secreto objeto de mi amor), inolvidables a su manera: el persistente Mark, John el Listo, Lovely Bartender, mi fiel Eusung y mis dos esclavitos coreanos, Sunwoo y Gilwan. Y de alguna manera, sí, tendré que abrir los ojos de una vez y darme cuenta de que poco queda de aquel chico que perdió el avión en el momento perfecto para aterrizar en mi corazón durante 4 años.

Muchas cosas he aprendido sobre mí misma en estos meses. Lo bien que me las apaño solita y al mismo tiempo lo friendly que puedo llegar a ser. Y lo que me gusta darle vueltas a la cabeza y dar rienda suelta a la drama queen que llevo dentro.

Vivo en la misma zona que Charlotte, mi vida sexual podría llegar a ser tan agitada como la de Samantha (no he visto lugar donde se ligue más fácilmente), no sé cómo todo me lleva a Brooklyn como Miranda y me he enamorado de la persona equivocada, como la tonta de Carrie. Pero, salvando que mi colección de zapatos se ha visto incrementada notablemente y que los fines de semana ya no volverán a ser lo mismo sin un brunch acompañado de un bloodymary, NYC me pertenece porque yo le pertenezco (parafraseando a Holly Golightly), es real, algo tangible que ya forma parte de mí.

Y perdonen la ñoñería de entrada, pero recuerden que hoy es martes, día de convalecencia. Y apiádense de mí, que tengo que traducir todo esto a la lengua de Shakespeare.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Buscar paralelismos con Sexo en Nueva York! ¡Mentar a Albert Espinosa! ¡Decir que tu vida sexual es tan agitada como la de Samantha! No doy crédito, entrada muy bonita y triste, sí, pero podías haberla limado un poco que da algo de vergüencita.

Anónimo dijo...

Los calambres se deben a la electricidad estática, que en USA debe ser tremenda. Nosotros también los padecimos, sobre todo Jose, que regaló un chaquetón de ante precioso que trajo de Boston porque incluso aquí seguía recibiendo chispazos cada vez que se lo ponía. Ya sabes que Jose puede ser muy tremendista cuando se empeña y sí, se empeñó en que podría morir electrocutado por culpa del chaquetón si tocaba un enchufe con él puesto... En los super vendían un spray, tipo laca, para echarse en el pelo y la ropa y reducir así la crga de electricidad estática en la persona de uno. Si es que tienen de tó los americanos, aunque no sirva para nada...Je!

JRB dijo...

Me pierdo con las comparaciones con "Sexo en N.Y.", pero vamos, que si es verdad que allí se liga tanto, mañana estoy buscando billete en una agencia de viajes.

Es normal sentir esa tristeza después de una experiencia tan intensa, pero vamos, ya tendrás oportunidad de volver, que la ciudad no se va a mover de ahí.
Ahora toca disfrutar de tu familia, tus amigos y tus rutinas españolas.
Y dejar de darnos envidia!!!

poo dijo...

¿Los calambre son como los de los carros del carraflúsculos?. Buena vuelta.

´´Saray´´ dijo...

¡Que tres meses más ´eventful´ has tenido en New York City! :) éso no te lo quita nadie ni las amistades tan buenas que has hecho. Felicidades (me acabo de topar con tu blog).