sábado, 4 de octubre de 2008

New Yorker Post. Crónica cuarta

Estimados seguidores de mi periplo americano, aquí estoy una semana más narrando mis avatares. He de decir que esta semana ha sido un poco más floja tras el difícil descubrimiento de que soy una más entre los mortales y el amor ha llamado a mi puerta para convertir mi vida paradógicamente en un sinvivir. Yo no sé estar enamorada y la incertidumbre me consume. Sufro mal de amores neoyorquino y por momentos me encuentro a mí misma pensando cosas que ni la mismísima Carrie Bradshaw en su columna de pacotilla. Esperemos que se me pase pronto este tormento, crucen los dedos.
A lo nuestro: acabo de volver de ver una exposición en el Bronx, ese distrito denostado donde cualquiera pensaría que es más fácil comprar una pistola o un kilo de crack (perdonen mi ignorancia, pero no sé a cómo va el crack) que asistir a una exposición. Pues se equivocan. Si bien es cierto que sigue habiendo una parte del Bronx a la que no llevarías a tus hijos a jugar al parque, el Bronx (y casi toda Nueva York) ya no es lo que era de 10 años a esta parte, por mucho que el cine siga sacando partido a esa imagen. El Bronx tiene un museo de arte, pequeño pero muy apañado, con muchas actividades para toda la familia, que mis más allegados saben que por misterios de la naturaleza el hecho de que existan actividades para niños es siempre un plus en mi estimación personal. Y no porque los niños sean objeto de mi agrado, dios me libre, repito que es un misterio. Eso, que he disfrutado mucho con una expo llamada "Street art, street life", con muchas fotos ochenteras, graffitis de Basquiat e instalaciones diversas. Muy recomendable. El museo está un poco a tomar por culo, he de decir, pero el hecho de que una señora de lo más emperifollada y con extravolumen en su cabello te indique el camino diciendo "después de aquel bilding blanco" es un extra a considerar.
Esta semana he probado la cheesecake de Junior's, uno de los lugares más famosos de la ciudad para comerla. Y aunque no hemos ido hasta el primigenio local de Brooklyn, la experiencia no ha decepcionado a ninguno de los pequeños gourmets que me acompañaban. Dulce, densa, delicious.
Tengo una nueva compañera de habitación que me hace vivir en un bucle continuo. Es de Alemania, como mi anterior compi, tiene su misma edad, se va a quedar el mismo tiempo y se llama también como la otra. Curiosas chorradas. Si la próxima repite, empezaré a sentirme como en el día de la marmota.
Hemos despedido a mi colegui coreano Kung Fu Panda, q se va de vacaciones a su Corea natal, con una comilona en Korea Way. Una sorpresa la comida coreana, para chuparse los dedos. Mis compis alababan mucho mi hábil manejo de los palillos, producto de mi visita semanal al Sushi Ya de Barcelona. Por cierto que aquí ya he encontrado un japo genial delante de mi resi en el que me estoy ganando a pulso el título de cliente preferente, menudos noodles, oiga.
He vuelto por el Metropolitan casi dos años después, esta vez con toda la calma del mundo, saltándome a la torera las salas que me importaban directamente un pimiento y regodeándome en aquello que me interesa. He saldado la deuda pendiente con Modigliani que contraje en mi último viaje a Madrid y tengo en mente una visita próxima a la galería Neue, repleta de Klimt y Paul Klee.
He cogido de nuevo el gélido ferry que va a Staten Island para ver la estatua de la libertad de lejos. La estatua tiene la curiosa propiedad de empequeñecerse en las fotos, tanto que parece una hormiguita aunque tú la veas en tus narices a un tamaño más que respetable.
Ahora que va a hacer un mes que me encuentro en el Nuevo Mundo, la lista de must se va reduciendo y me dedico a vivir tranquilamente. Voy a mis clases, como lo que me apetece y a la hora que me apetece -según mi estómago exija hago horarios españoles o americanos-, paseo mucho y trato de mejorar mi inglés, que es el motivo de mi viaje y el motivo de mi frustración. Tengo que meterme en la cabeza que por mucho que quiera aún no estoy preparada para conversaciones de alto nivel, pero todo se andará.
El ambiente aquí está superrevolucionado con la caída de Wall Street, como para no estarlo. Bail out es la palabra que más oigo/leo y que nunca olvidaré mientras viva. Miedo me da que de un momento a otro empiecen los suicidios en masa de caballeros encorbatados. Hablando de Wall Street, que siempre me olvido, gracias a mi pelo rojo y mi curiosidad gatuna, he servido de voluntaria forzosa de un mago que actuaba espontáneamente en dicha calle, el cual traspasó mi mano y metió una moneda dentro de una botella de cristal cerrada que yo sostenía. Yo tampoco me lo creería, pero es que lo he sufrido (tanto que durante un buen rato tuve la marca de la moneda en mi mano), allá ustedes.
En fin, que les dejo porque me voy a un club, idea que me aterra, pero allá donde fueres, pues ya sabes.

3 comentarios:

C. dijo...

El bronx es la cuna de la cultura americana, de ahí han salido grandes artistas, como Jenny la del Block, más conocida como JLo.

JRB dijo...

Bah, el Bronx... Pásate por La Chana en Granada y verás lo que es bueno...

Anónimo dijo...

Pues para saber como se mide el crack pregúntale a Whitney Houston.
Y Bail out me suena mucho mejor que crisis o recesión o cualquier palabra catastrófica que no dejan de repetir..