sábado, 11 de octubre de 2008

New Yorker Post. Crónica quinta

Gran semana ésta, puede que la mejor desde que estoy haciéndome las Américas. Un montón de planes, un montón de gente nueva divertida y mucho amor.
El finde pasado fui a un club. En la puerta me han cacheado de una manera tal que yo no daba crédito, hasta metiendo el dedo debajo de mi sujetador. Menos mal que ese día había dejado el puñal en casa. Sólo le faltó meterme la mano por debajo del vestido y creo que no me hubiera extrañado lo más mínimo, peor que en el aeropuerto, macho. El sitio no estaba mal y si no fuera porque mi amiga coreana está como un cencerro y me tiene loca me lo hubiera pasado muy bien bailando R&B entre negracas de dos metros. Es un lío ser el núcleo de unión de una incipiente pandi internacional, believe me. Este sábado en cambio ya fue otra cosa. Me pasé el principio de la noche tratando de coordinar horarios con todo el mundo y por momentos deseando tirar el móvil por la ventana de la casa con vistas al Empire State Building de Alicia, mi recién descubierta alma gemela, pero al final mandé a todo el mundo a tomar por saco y me dediqué a pasármelo en grande. Me pasé la noche a carcajada limpia. Fuimos a otro club, Marquee, donde un negro de 2x2 intentó seducirme. Yo estaba muy nerviosa, porque el hombre en cuestión era tan grande que me tapaba toda visibilidad y no podía saber dónde estaban mis amigos. Se lo comenté amablemente y me dijo que era jugador de fútbol americano, mostrándome orgulloso un gigantesco anillo como prueba, en un gesto tan papal que me dieron ganas de besárselo. Este club estaba lleno a rebosar de españoles, madrileños para ser más exactos. Cuando el club cerró se vivió un momento de lo más grotesco. José Truman, el relaciones públicas que nos coló y que gracias a su nombre se ha ganado mi corazón para siempre, micrófono en mano empezó a entonar pasodobles por todos conocidos. Yo pensaba "oh my god", mientras todo el mundo seguía a gritos a José Truman. "No me seas kaleborroka, anda", me han comentado debido a mi estupor y vergüenza ajena. La brasi se ligó a un español de ésos después de ofenderse mucho con un yankee que le intentó tocar una teta. Esta mujer es la monda, hace unos días fuimos juntas a ver el Top of the rock (impresionante en si mismo e impresionantemente caro) y hablando de Obama (yo en mi línea) me decía que no creía que pudiera ganar, por un detalle. Bajaba mucho la voz, pero no se acababa de decidir a contarme cuál era ese detalle. Yo, aunque en mi fuero interno sabía de sobra por dónde iban los tiros, me esperaba una confesión sorprendente, algún detalle sórdido del pasado de Obama. Ella daba rodeos y más rodeos y al final, con un hilillo de voz apenas audible me dice "es que es negro". Casi me atraganto de la risa.
El lunes, sin planes concretos en perspectiva, me fui con mi profe al encuentro semanal que hacen en mi escuela, que se traduce en beber cerveza desde las 5 de la tarde y comer pollo frito y pizza gratis. Javi de Calpe estaba en uno de sus arrechuchos de niño mierdi que le dan habitualmente, mi compi tenía clase de hip-hop (sí, hip-hop), la brasi estaba cansada y la coreana estaba en su mundo, así que me fui yo solita con mi profe, que es un amor. Después de horas bebiendo cerveza, acabé ligoteando con todo lo que se movía, ganándome la fidelidad eterna de mis dos esclavitos coreanos, haciéndome dos amigos del alma españoles que se van la próxima semana con todo el dolor de mi corazón, rechanzando propuestas de matrimonio en las Vegas y recibiendo un sms de Tom que quería volver a mi verita. El miércoles volví a Brooklyn, comí tacos, bebí Oporto y fui muy feliz. Menos mal que he conseguido bajarme de la montaña rusa emocional que vivía y dominar la situación.
El domingo estuve en un festival callejero en una avenida superlarga de Brooklyn. Miles de puestecitos de comida, coros de iglesias cantando gospel, conciertos de rock espontáneos y muchas muestras de apoyo a Obama (que no Osama). Muy díver. Brooklyn se está convirtiendo en una de mis zonas favoritas. Gastronómicamente, lo mejor de esta semana ha sido un pequeño restaurante thai en el Soho, Lovely Day. Viví un dejavú tan fuerte nada más sentarme que juraría que ya había estado allí en mi primer viaje aquí. Parece que al final tendré visita en noviembre, así que estoy contentísima y empiezo a hacer listas mentales de todos los sitios a los que quiero llevarlos.
La excursión de esta semana con mis compis me llevó de nuevo a Queens, esta vez al museo de la imagen en movimiento. Muy entretenido, muy interactivo: la historia del cine, la historia de los videojuegos, chorraditas a punta pala. Estamos tratando de convencer a mi profe de que la próxima school trip sea a hacernos la manicura y la pedicura en el mismo sitio que se la hace ella.
Ayer un negro guapo como un sol, estilosamente desastrado y sexualmente de lo más interesante, nada más entrar yo en una tienda para comprar una botella de vino, me abordó diciendo"nice shoes". Sólo en NYC un chico guapo alaba tus zapatos.
Later.

5 comentarios:

JRB dijo...

Ese negro era gay o zapatero, o ambas cosas a la vez. Aparte de esto, tu amiga Brasi no tiene precio como analista política.

Anónimo dijo...

Iba a decir lo mismito: ¿sería hetero? Casi mejor que no, igual sus planes pasaban por correrse elegantemente en tus tacones.
Qué resumen más guay, qué trículis siento.

Cosmonata dijo...

Era hetero! Pero es que mis zapatos son muy bonitos!

C. dijo...

Ya te lo dije, queremos un blog de estilos!!! Para que nos muestres tus zapatos y otras cosas.

Lo de Obama, es lo más cierto que he escuchado en mucho tiempo...

poo dijo...

Vale, ¿cómo eran los zapatos? ahora no me digas que eran unas convers ni tampoco unas bailarinas, serían unos salón con gran tacón, ¿no?.
Seguro que eran una bailarinas a cuadros made in amancio.
Mola.