martes, 30 de diciembre de 2008

Horóscopo 2008

Amiga Virgo, despidamos este 2008, año de la rata para los chinos y de la hormiga para ti, con una mirada atrás de ésas que te gustan tanto. Un año cargadito de cosas, demasiadas sobre tus espaldas por momentos. Siempre con el objetivo en mente de ahorrar hasta la última pesetilla para llevar a cabo tus proyectos, intentando abarcar demasiadas cosas hasta que Hueso de pollo llegó a tu vida a mediados de año.
Empezaste el 2008 con un viaje a Berlín, gélido, rebosante de historia y en la mejor compañía con la visita siempre corta de Sofi. No sería el único viaje del año, ya que además de un roadtrip a Valencia entre canciones y risas, la embajada de Estados Unidos te llevó a Madrid por dos ocasiones, aprovechadas ambas al máximo, y la misma embajada te permitiría pasarte 3 meses en tu porsiempreamada NYC.
Ha sido un año marcado sin duda por lo laboral, como Virgo de pro que eres. El destino ha querido que cayeras con buen pie en una editorial de cómics que sería el trabajo de tu vida si te diera para vivir. En este 2008 has descubierto qué es lo que quieres hacer y casi más importante, qué es lo que no quieres hacer. Has conseguido, tras muchos meses de lágrimas, búsquedas en internet, flores de Bach y visitas al médico, perderle el miedo a Hueso de Pollo y con ello darle la estocada final. Ahora sólo le concedes carta blanca para aparecer en momentos puntuales, pero sólo de paso.
A lo tonto a lo tonto no ha sido un año perdido sentimentalmente. Te has confundido durante un tiempo, te has enamoriscado en la capital y te has reencontrado con el amor en el otro lado del charco. Tu corazón necesita un pequeño respiro para recomponerse y volver a la carga, porque por tener has tenido hasta una relación quasitelefónica con un chico más pobre que las ratas.
Te has sentido siempre apoyada en tu hogar (en el familiar no siempre comprendida, pero apoyada al fin y al cabo). Las Chatungas han sido siempre tu mejor apoyo. Nuevos amigos han entrado en tu vida para quedarse, acompáñándote en las risas y prestándote su hombro para los lagrimones.
Sólo queda decir, amiga Virgo, que las cosas han salido en líneas generales a pedir de boca, no te quejarás. Que aunque ahora estés deseando que este 2008 acabe, que empiece un nuevo ciclo que haga más fácil mudar la piel para seguir adelante, sólo te queda decir "que me quiten lo bailao", que ha sido mucho.
Feliz 2009.

martes, 9 de diciembre de 2008

New Yorker Post. Crónica novena (y final)

Acabo de recibir el aviso, por si no me había dado cuenta, por si pensaba hacerme la longuis, de que este sábado debo abandonar mi humilde morada judia en NYC. Como si no llevase temiendo este momento desde hace tiempo, contando los días en una dolorosa cuenta atrás.

Me siento confusa, terriblemente confusa. Sé que todo se debe a este síndrome de final de campamento al que sucumbo después de cada viaje, cuando vuelvo con la cabeza a pájaros con planes de mudar mi residencia a Madrid/Bilbao/Londres (intercambiable por cualquier ciudad en la que me lo haya pasado en grande) y por un lado tengo ganas de volver, ver a mi gente y en cierta manera retomar algunas de mis rutinas, pero siento que esta ciudad y yo no nos hemos dicho aún la última palabra y que volveremos a vernos pronto.

Todo va rápido en NYC, constantemente en movimiento, entrando, saliendo. Y me encanta sentirme una hormiguita dentro de este flujo de gente, tráfico, idiomas. No me puedo imaginar pasar un día entero sin levantar la cabeza y buscar con la mirada el Empire, omnipresente.

Por momentos me siento emocionalmente agotada. Han sido 3 meses exprimidos al máximo, viviendo todo tipo de experiencias, riendo, llorando, sintiendo. Magnificando los sentimientos, vaya, que me viene al pelo. Todo el día pegada a mi móvil yankee, una pequeña centralita pelirroja. Recibiendo mensajes llenos de slang y abreviaturas indescifrables para mí en un principio. Ahora sé que LMAO significa "laughing my ass off", o lo que es lo mismo, nuestro partirse el culo de toda la vida.

Hay gente a la que te encuentras de vez en cuando en la vida, quizá por un instante, pero que no podrás olvidar jamás. Deben de ser esas personas amarillas de las que habla Albert Espinosa, personas en un estado intermedio entre la amistad y el amor. Mi amarilla por siempre, mi Alicia. Y si ella me hizo la vida más feliz durante mi estancia aquí, mis dos hermanos mayores neoyorquinos me la hicieron infinitamente más divertida, gracias Sam y Namil, convirtiendo los lunes en mi día favorito de la semana y los martes en mi día de convalecencia. Y nunca me he sentido sola, porque siempre estaba ahí Javi de Calpe.

Voy a echar de menos tantas cosas. Pero sólo dos estoy deseando perder de vista, y una es el hecho de que todo, absolutamente todo en esa ciudad me da calambre, me paso el día entre molestos chasquidos al tocar lo que sea. Y otra es al maloliente homeless que se ha instalado en la parada de metro de la 86 con Lexington para los restos, convirtiendo la cotidianeidad de coger el metro en un pequeño suplicio. Quiero seguir paseándome por los pasillos de un súper con miles de tipos de mantequilla de cacahuete y comerme un baggel con cream cheese para desayunar. Quiero acercarme hasta Union Square a ver qué se cuece, hacer fotos a las miles de tonalidades distintas que hay en Central Park, tomarme un frozen margarita cuando se me antoje, disfrazarme de lo que sea pero sexy en Halloween, comer pavo en Thanksgiving, y maldecir y acompañar casi cada palabra con un fucking.

Nadie me tomó realmente en serio cuando me propuse venir a NYC a mejorar mi inglés. El día que empecé a hablar en castellano con mi profesora de inglés me acordé de todos ellos. La profe más linda del mundo, la más graciosa, la de los dientes más bonitos, Faboulous Maria.

También mis novios (algunos reales, algunos ficticios, algunos conscientes de ello, otros secreto objeto de mi amor), inolvidables a su manera: el persistente Mark, John el Listo, Lovely Bartender, mi fiel Eusung y mis dos esclavitos coreanos, Sunwoo y Gilwan. Y de alguna manera, sí, tendré que abrir los ojos de una vez y darme cuenta de que poco queda de aquel chico que perdió el avión en el momento perfecto para aterrizar en mi corazón durante 4 años.

Muchas cosas he aprendido sobre mí misma en estos meses. Lo bien que me las apaño solita y al mismo tiempo lo friendly que puedo llegar a ser. Y lo que me gusta darle vueltas a la cabeza y dar rienda suelta a la drama queen que llevo dentro.

Vivo en la misma zona que Charlotte, mi vida sexual podría llegar a ser tan agitada como la de Samantha (no he visto lugar donde se ligue más fácilmente), no sé cómo todo me lleva a Brooklyn como Miranda y me he enamorado de la persona equivocada, como la tonta de Carrie. Pero, salvando que mi colección de zapatos se ha visto incrementada notablemente y que los fines de semana ya no volverán a ser lo mismo sin un brunch acompañado de un bloodymary, NYC me pertenece porque yo le pertenezco (parafraseando a Holly Golightly), es real, algo tangible que ya forma parte de mí.

Y perdonen la ñoñería de entrada, pero recuerden que hoy es martes, día de convalecencia. Y apiádense de mí, que tengo que traducir todo esto a la lengua de Shakespeare.

domingo, 23 de noviembre de 2008

New Yorker Post. Crónica octava

Hace un frío de perros, amigos míos. Pese al calentamiento global, que me permitió hace cosa de dos semanas tomar un café en una terraza en Union Square a las 9 de la noche a 19 grados centígrados, el invierno ha llegado a la gran manzana. La nieve amenaza, pero el sol de momento la mantiene a raya.
En fin, de tan abandonadas que tengo mis crónicas semanales ya no sé cómo retomar el hilo de la cuestión, así que me limitaré a escribir lo que me vaya pasando por la cabeza, es decir, pensamientos sin ton ni son y recuerdos varios.
Entro en la recta final de mi estancia neoyorquina con sentimientos encontrados. Sobre todo hoy, que acabo de despedir a mi por siempre adorada Alicia, de vuelta a España. Ella ha hecho mi estancia en Nueva York más fácil, tremendamente más divertida y posiblemente más adolescente si cabe, una conexión de las que se encuentran pocas. El viernes hicimos una fiesta de despedida en el Caliente Cab y se pasó la noche entre strawberry daiquiris pidiéndole a la gente que me cuidara mucho, snif. Acaba de llamarme desde el aeropuerto para unos cotilleos finales y acabar con el saldo de su móvil yankee y tengo una pena horrible.
En estas semanas han pasado muchas cosas, he hecho y deshecho planes, he soñado con una vida que al momento no sabía si quería vivir, he roto y me han roto el corazón de alguna manera, y aún ahora trato de bajarme de la roller-coaster en que se ha convertido mi vida. Llevo viviendo tan intensamente estos tres meses emociones de tan diversa índole que empiezo a sentirme física y psíquicamente agotada. Suerte de la royal jelly.
He vivido Halloween a lo grande y me hubiera gustado que la noche se alargara por siempre. Mi disfraz de Campanilla tuvo mucho éxito entre el personal y me pasé la noche recibiendo atenciones de distintos personajes, en especial de un broker de Wall Street y de un rapero que me dedicaba sus mejores rimas y al que no le entendía nada, hasta que la pequeña hadita se cayó dentro de una copa de vodka y cramberries y acabó vomitando de color rosa, como todas las hadas de pro. A la espera estoy de Thanksgiving, este jueves. Tengo una invitación para cenar en casa de la familia coreano-brasileña de Namil, uno de mis hermanos mayores neoyorkinos (tengo 2, Sam y Namil, que me cuidan y me protegen haga lo que haga y tienen mucha paciencia conmigo), pero probablemente lo pase cenando con Javi de Calpe y otros compañeritos y preparando nuestro propio pavo. La ciudad se resiste a engalanarse de navidad y los pavos (de cartón, papel, chocolate) campan a sus anchas. Ayer estuve en una fábrica de chocolate en el Village tomando un hot chocolate en alegre compañía y todo estaba chocolateadamente decorado para Acción de Gracias. Incluso el abeto del Rockefeller Center está instalado a la espera de que le retiren el envoltorio para mostrar la tremebunda estrella de Swarovski que le han puesto en la punta. He seguido las elecciones desde el Rockefeller, emociones a flor de piel. La apabullante victoria de Obama me ha hecho recuperar la fe en el pueblo americano. No me cabía duda de que NYC era cien por cien obamista, pero en las profundis no las tenía todas conmigo con el resto del país. Pero sí, y todo el mundo está muy feliz, a pesar de que un estudio haya vaticinado el fin del imperio yankee para una fecha tan próxima como es el 2025. El primer domingo de la era Obama estuve en Harlem y si ya la misa gospel es un acto inenarrable, imagínense la performance que fue aquello, desbordados por la alegría. Y ayer, que estuve en el Comedy Celler (donde suelen actuar Chris Rock, Dave Chapelle y Jerry Seinfield entre otros), todos los monólogos llevaban a Obama. Incluso el merchandising, que pensé que se acabaría con las elecciones, está más presente que nunca.
Me encantan los neoyorkinos. Son la gente más inesperadamente amable que me he encontrado nunca (con permiso de los sicilianos, que son más que amables). Son alegres, abiertos, educados y divertidos. Y aunque balbucees en inglés, siempre les parece que tu inglés es amazing. Tengo un ligero problema con la dinámica de las citas y el amor, pero a todo se acostumbra una. Que nos estamos viendo? Pues nos estaremos viendo, oye. Llámalo como quieras. También en este aspecto he vuelto a la adolescencia. Salto del amor al odio hacia Tom en cuestión de segundos y nos volvemos un poco locos el uno al otro. Ahora mismo estoy en mood hate, pero si me paro un momento y pienso en su voz diciéndome "are you ok, babe?" con ese acento de New Jersey que tiene, algo se me mueve por dentro. Voy a echar terriblemente de menos su voz. Entre otras cosas.
Las noches neoyorkinas siguen siendo de lo mejorcito. Puedo acabar tomando un cocktail superchic en el Greenwich como bebiendo unas cervezas tranquilamente sentada en unas cajas en la showroom de Sam. Pero mi corazón noctámbulo sigue perteneciendo 50-50 al East Village y al Lower East Side. Baruchos y cerveza, aunque yo vaya subida en mis tacones. Ayer estuve jugando al futbolín (a uno rarísimo, nada que ver con el de Alexandre de Fisterra) con unos coleguis que me eché a los que no parecía importarles demasiado que yo no diera literalmente pie con bola. Y la noche antes en un music hall donde un pianista entonaba canciones de musical y todo el público se apretujaba a su alrededor coreando las letras a voz en grito. Mi escasa cultura musical en este tipo de lides sólo me permitió canturrear "Don't cry for me, Argentina". Supergaier y superrecomendable, Marie's crisis. Imagen mental para el recuerdo.
He ido a ver a los Knicks y teniendo en cuenta lo poco aficionada que yo soy a cualquier deporte, disfruté como una enana comiendo perritos, tratando de hacerle una foto a Michael Jordan (sentado entre el público) a dos kilómetros de distancia y siguiendo con escasos resultados el ritmo de las coreografías aplaudidoras, que tienen su intríngulis y yo muy poco xeito.
En fin, que me quedan 3 semanas. Que el tiempo vuela. Y que tengo que comprar millones de cosas a las que le tengo echado el ojo desde el principio en el Black Friday, asistir a alguna cosa que se me ha quedado en el tintero y exprimir un poquito más si cabe esta fascinante ciudad. Así que a abrigarse bien, y allá vamos.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Mi problema

Hace unos meses recibí una llamada de mi madre diciéndome que había estado dándole vueltas a la cabeza, pensando en mi "problema" a la hora de encontrar a un chico que me guste. Mi problema en realidad, siempre a ojos de mi madre, es que no ve remotamente cercano el momento en que me asiente y le de muchos nietos, que es lo que le gustaría. En fin, que previendo una conversación de lo más cómica, me dispuse a oírla teorizar acerca de "mi problema".
-El problema, hiji, es que me he dado cuenta de que los nombres de los chicos que te gustan de verdad siempre riman.
Caída de ojos por mi parte, ésta idea era nueva.
- Sí, fíjate. Tu exnovio Gon, para empezar. El yankee, Tom. ¿Y te acuerdas de Mon?
-¿Mon?
- Sí, aquel amiguito tuyo de la infancia que te seguía a todas partes como un esclavito.
No pude evitar troncharme de la risa al recordar a Mon, tan delgaduchito, tan leal, tan en las nubes. Pero sobre todo tan lejos de haber sido un amor de la infancia. Pero no quería desmontarle la teoría a mi madre y la dejé seguir.
- Ah, sí... Recuerdo que nunca querías empezar tus cumpleaños hasta que llegara Mon, que siempre estaba perdido y teníamos que mover cielo y tierra para encontrarle. Siempre juntos en la playa, en el parque, en el patio, te pasabas el verano con Mon pegadito a tus talones.
- Mamá, tenía 6 años.

En fin, locuras varias. Ahora que he presentado a Mon (que lo último que supe de él es que toca la guitarra en un grupo heavy y que había superado su tartamudez), que creo que no hace falta que hable aquí de mi exnovio Gon y menos aún de Tom (ya que sólo tienen que remontarse unas cuantas entradas para enterarse de la más bella historia de amor ever), a dónde quería llegar yo es que, hace unos días, de la manera más inesperada y en el lugar más inesperado, conocí a través de unos amigos a un chico muy simpático y listo para más inri y regocijo de mi persona. Y se llama John. Curioso.

martes, 28 de octubre de 2008

New Yorker Post. Crónica séptima

Esta semana por fin he conseguido ir a Coney Island en una maravillosa tarde de domingo. Coney Island es uno de los sitios que más ganas tenía de visitar y he dado mucho la tabarra a mis amigüitos de por aquí con el tema. Y a pesar de que hay quien piense que me paso la vida entre copichuelas y crean que no aprovecho la ciudad lo suficiente, a pesar de que hoy me he enterado de que están reestructurando mi departamento por la crisis y no las tengo todas conmigo de que mi puesto de trabajo me siga esperando a mi vuelta, la vida es maravillosa y que me quiten lo bailao, que es mucho. Así que procedamos.
Mis primeras visitas han disfrutado de lo lindo, y yo con ellas. La verdad es que recibir a gente que se apunta a un bombardeo, que todo le gusta y con un saque considerable, es un auténtico placer. Esta mañana se han ido Sabela y Noa después de reconocerse rendidas a los pies de NYC. Han paseado por Central Park, comido perritos, bailado en el Lower, reído de la loca de mi brasi, cruzado el puente de Brooklyn y formado parte de mi cuadrilla de los lunes en el Windfall. Tanto se han imbuído del espíritu del Winfdfall que Sabela me confesaba con la lengua de trapo y agarrada a la recién bautizada "Bebida de Sam" que le encantaba ese lugar. El Windfall es lo mejor de lo mejor. Creo que ya lo he contado, pero es el bar donde mi escuela organiza una especie de cocktail de bienvenida los lunes, bastante aburridillo. Pero una vez que ellos se van, y los nuevos alumnos desaparecen, aquello se convierte en un despiporre del que no salgo hasta que me echan.
Pero bueno, eso, volvamos a Coney Island. A pesar de que en el trayecto mi amiga la brasi destapara con todo detalle su verdadera personalidad de niña de 7 años y tratara de amargarnos la aventura, el resultado fue inmejorable. El parque está cerrado, no tengo claro si para siempre o hasta verano, pero todo en la zona parece que se ha quedado en un impass esperando al verano de 1957. A media hora de NYC y parece que te has trasladado en el tiempo y en el espacio. Los dueños de los puestecitos de tiro de los alrededores, por ejemplo, están dormitando a la espera de que pase algún ingenuo que se deje unos bucks echando unos tiros. Lo mejor de todo es que, entre los posibles premios, están unos pitufos gigantes pero revertidos, es decir, con el cuerpecito blanco y los pantis y el gorrito azul, de alguna partida que salió muy pitufosamente. La atracción estrella, la montaña rusa "Ciclón", en su día debió de ser algo imponente, ya que aún se venden melancólicas postales que rezan "Yo sobreviví al Ciclón de Coney Island". Puede que su peligrosidad radique hoy en su ruinoso estado. La playa de Brighton no es ninguna maravilla, pero fue un gustazo oler el mar, pasear, y sentarse a mirar el Atlántico desde el otro lado.
El domingo en Harlem, después de ir a una misa gospel en una iglesia pequeñita por tardonas que somos, nos fuimos a tomar el brunch a Sylvia's. Este sitio es muy famoso por lo abundante, rico y barato de sus brunch y por la música en directo. Una cantante se va paseando por el local micrófono en mano dándole la bienvenida a cada mesa, y pobre de ti si ese día estás de cumpleaños, porque te dedican el happy birthday más largo de la historia, pero muy divertido todo y muy recomendable.
El jueves cruzamos el puente de Brooklyn para que las niñas lo vieran al atardecer. Creo que es lo mejor de NYC, al menos para mí. Espero que no prospere esa idea de bombero que tienen de adosarle vayas publicitarias, qué mala que es la crisis. Después nos fuimos a un pequeño museo de arte contemporáneo en el Bowery para acabar comiendo costillas y tarta de chocolate y bebiendo cerveza en Arlene's grocery. Dada mi conocida inclinación por los antros oscuros y destartalados, éste es mi bar favorito de toda la ciudad, con permiso de mi dj y de su bar, que es también muy divertente.
El viernes se nos truncó el plan de ir a patinar sobre hielo y acabamos remando en un barquito en el lago de Central Park. Muy romántico para las parejas, extremadamente divertido para nosotras, remando en círculos y tratando de no llevarnos por delante al resto de navegantes.
Este viernes es Halloween y no me llega el momento. Llevamos toda la semana buscando el disfraz adecuado, porque todo lo que encuentras aquí es no sexy, lo siguiente. Putanesco, diría. Todo lo que se os pueda ocurrir tiene su versión sexy para Halloween. Hasta Bob Esponja tiene su versión sexy. Y son carísimos y de ínfima calidad, con lo que tras mucho buscar y descartar por motivos económicos y con mucha pena la idea de disfrazarnos de Batman y Robin versión verbenera, ya tengo preparado mi disfraz de Campanilla, que al menos con él no se me ve el culo. En fin, amigos, manténganse en línea que ya contaré.

domingo, 19 de octubre de 2008

New Yorker Post. Crónica sexta

Tras una temporada intensiva visitando todo lo visitable en la ciudad, esta semana me he dedicado básicamente a conocer la noche neoyorquina. Y la noche neoyorquina es muy divertida, sobre todo cuando te alejas de los macroclubes y descubres los antros oscuros con gente rara, que es lo que a mí me gusta. Y he descubierto que las cervezas aquí tienen más gradación, vaya usted a saber por qué, con lo cual me he pasado la semana bordeando la resaca, sucumbiendo a la resaca y superando la resaca. Pero qué divertido todo, oye.
El lunes lié a mi amiga Alicia para tomarnos una en el bar de mi escuela, donde dentro de nada nos saludan al entrar como en Cheers. Acabamos bastantes horas después de palique con un libanés y un coreano-brasileño que hablaba perfectamente español entre otros miles de idiomas y que llevaba dos horas escuchando como dos bobas se peleaban por las atenciones del guapísimo camarero. Una no está segura en ningún lado por aquí hablando español, hasta las paredes hablan español. Por momentos nos hicimos uña y carne de este par de dos, hicimos planes para el fin de semana y todo y ellos se las prometían muy felices, hasta que llegó el momento de la triste despedida y los dejamos allí con un bye y si te he visto I don't remember. Mi inglés cada vez es más jalajala, pero yo hablo por los codos, me la suda. Entiendo a la gente y ellos hacen que me entienden.
Estuve en el Madison Square Garden intentando comprar unas entradas para los Knicks con intento frustrado de colarnos y todo. La vuelta a la adolescencia, siempre acechando. Estuvimos regateando y llegamos a enfadar a los millones de reventas que había en la entrada, que muy amablemente nos sugirieron ir a ver el partido a un bar mientras comíamos un pedazo de cheesecake.
El miércoles me compré unos patines muy bonitiños y muy baratos. Ayer los estrenamos bajando toda la ribera del Hudson hasta Battery Park, con un sol de otoño precioso, imagen mental para recordar siempre. Nuestro objetivo es acabar bailando en patines con un grupo de domingueros en Central Park que son la bomba, pero todavía tenemos algún problemilla con los frenos.
Mi primera triste despedida, la de mis dos españoles casados, omitiendo este dato hasta última hora, con petición de matrimonio en Las Vegas incluída, menos mal que no acepté y me encontré compuesta y sin Elvis en el altar. Qué par de golfos más divertidos, los voy a echar mucho de menos. Con ellos salí el jueves por el Lower East Side después de cenar las mejores costillas de la ciudad, hallazgo gastronómico de la semana. Acabamos la noche en Arlene's Grocery, mítico antro de conciertos, donde un mago israelí hacía aparecer cartas del sitio más insospechado de mi persona. Ver para creer. No sé qué le ha dado a la magia conmigo últimamente. El resultado de esta noche fue una tremebunda e inesperada resaca y el comprobar que vivir en una residencia donde tienes que esperar que acaben de limpiar los baños cuando tienes una urgencia no es demasiado compatible.
Cuando dos días después conseguí recuperarme, salí por el East Village de investigación. Lo pasé en grande. El dj de un garito me pretende y es algo muy ventajoso económicamente teniendo en cuenta lo caras que son las noches en esta ciudad. Mañana me ha invitado a cenar a través de un sms lleno de slang y he recibido un emoticón triste ante mi respuesta negativa, pero creo que iremos al sitio en el que pincha. Este chico me ha dicho que le gusta mi acento y que no lo pierda, qué mono. Como si pudiera perderlo.
Mi pandilla sufre crisis internas, porque unos no aguantan a otros. Princess Peach se mete conmigo y me llama "la amiga de los coreanos" y me dice que soy la más popular de la escuela (porque está a rebosar de coreanos). Es cierto que hay coreanos que me saludan por mi nombre a los que juraría no haber visto en la vida. Alicia se ríe de mí porque soy como un imán para los locos: ayer mismo un hombre nos cantaba a las 5 de la mañana en medio de la calle "Lady in red" y yo le apaludía mucho su arte. A mí todos estos miembros más o menos constantes de mi pandilla me dan un juego tremendo y me lo paso pipa, menos cuando empiezan a cargarme un poco, que puedo ser un poco cortante. Hay un holandés que se empeñaba en cogerme de la mano y yo venga a soltarme y a explicar que no me gusta que me toquen de buenas a primeras. Ya tengo acuñados varios conceptos: "la teoría del don't touch me", "hacerse un brásil", "ser un Taylor" y unos cuantos más. La brasi me ha dado un poco la ídem y no acaba de encajar en el grupo, porque menuda es la marimandona de mi brasi, que merece una entrada para ella sola, tiempo al tiempo. Mi pobre Javi de Calpe ha pasado una semana de bajuni y tristura mientras yo alternaba por la ciudad, pero creo que con el brunch de hoy se le ha pasado un poco.
Y esta semana tengo visita, que tiemble Manhattan con Sabela y Noafontán en la Gran Manzana. Y por fin han encendido la calefacción, qué más puedo pedir.

sábado, 11 de octubre de 2008

New Yorker Post. Crónica quinta

Gran semana ésta, puede que la mejor desde que estoy haciéndome las Américas. Un montón de planes, un montón de gente nueva divertida y mucho amor.
El finde pasado fui a un club. En la puerta me han cacheado de una manera tal que yo no daba crédito, hasta metiendo el dedo debajo de mi sujetador. Menos mal que ese día había dejado el puñal en casa. Sólo le faltó meterme la mano por debajo del vestido y creo que no me hubiera extrañado lo más mínimo, peor que en el aeropuerto, macho. El sitio no estaba mal y si no fuera porque mi amiga coreana está como un cencerro y me tiene loca me lo hubiera pasado muy bien bailando R&B entre negracas de dos metros. Es un lío ser el núcleo de unión de una incipiente pandi internacional, believe me. Este sábado en cambio ya fue otra cosa. Me pasé el principio de la noche tratando de coordinar horarios con todo el mundo y por momentos deseando tirar el móvil por la ventana de la casa con vistas al Empire State Building de Alicia, mi recién descubierta alma gemela, pero al final mandé a todo el mundo a tomar por saco y me dediqué a pasármelo en grande. Me pasé la noche a carcajada limpia. Fuimos a otro club, Marquee, donde un negro de 2x2 intentó seducirme. Yo estaba muy nerviosa, porque el hombre en cuestión era tan grande que me tapaba toda visibilidad y no podía saber dónde estaban mis amigos. Se lo comenté amablemente y me dijo que era jugador de fútbol americano, mostrándome orgulloso un gigantesco anillo como prueba, en un gesto tan papal que me dieron ganas de besárselo. Este club estaba lleno a rebosar de españoles, madrileños para ser más exactos. Cuando el club cerró se vivió un momento de lo más grotesco. José Truman, el relaciones públicas que nos coló y que gracias a su nombre se ha ganado mi corazón para siempre, micrófono en mano empezó a entonar pasodobles por todos conocidos. Yo pensaba "oh my god", mientras todo el mundo seguía a gritos a José Truman. "No me seas kaleborroka, anda", me han comentado debido a mi estupor y vergüenza ajena. La brasi se ligó a un español de ésos después de ofenderse mucho con un yankee que le intentó tocar una teta. Esta mujer es la monda, hace unos días fuimos juntas a ver el Top of the rock (impresionante en si mismo e impresionantemente caro) y hablando de Obama (yo en mi línea) me decía que no creía que pudiera ganar, por un detalle. Bajaba mucho la voz, pero no se acababa de decidir a contarme cuál era ese detalle. Yo, aunque en mi fuero interno sabía de sobra por dónde iban los tiros, me esperaba una confesión sorprendente, algún detalle sórdido del pasado de Obama. Ella daba rodeos y más rodeos y al final, con un hilillo de voz apenas audible me dice "es que es negro". Casi me atraganto de la risa.
El lunes, sin planes concretos en perspectiva, me fui con mi profe al encuentro semanal que hacen en mi escuela, que se traduce en beber cerveza desde las 5 de la tarde y comer pollo frito y pizza gratis. Javi de Calpe estaba en uno de sus arrechuchos de niño mierdi que le dan habitualmente, mi compi tenía clase de hip-hop (sí, hip-hop), la brasi estaba cansada y la coreana estaba en su mundo, así que me fui yo solita con mi profe, que es un amor. Después de horas bebiendo cerveza, acabé ligoteando con todo lo que se movía, ganándome la fidelidad eterna de mis dos esclavitos coreanos, haciéndome dos amigos del alma españoles que se van la próxima semana con todo el dolor de mi corazón, rechanzando propuestas de matrimonio en las Vegas y recibiendo un sms de Tom que quería volver a mi verita. El miércoles volví a Brooklyn, comí tacos, bebí Oporto y fui muy feliz. Menos mal que he conseguido bajarme de la montaña rusa emocional que vivía y dominar la situación.
El domingo estuve en un festival callejero en una avenida superlarga de Brooklyn. Miles de puestecitos de comida, coros de iglesias cantando gospel, conciertos de rock espontáneos y muchas muestras de apoyo a Obama (que no Osama). Muy díver. Brooklyn se está convirtiendo en una de mis zonas favoritas. Gastronómicamente, lo mejor de esta semana ha sido un pequeño restaurante thai en el Soho, Lovely Day. Viví un dejavú tan fuerte nada más sentarme que juraría que ya había estado allí en mi primer viaje aquí. Parece que al final tendré visita en noviembre, así que estoy contentísima y empiezo a hacer listas mentales de todos los sitios a los que quiero llevarlos.
La excursión de esta semana con mis compis me llevó de nuevo a Queens, esta vez al museo de la imagen en movimiento. Muy entretenido, muy interactivo: la historia del cine, la historia de los videojuegos, chorraditas a punta pala. Estamos tratando de convencer a mi profe de que la próxima school trip sea a hacernos la manicura y la pedicura en el mismo sitio que se la hace ella.
Ayer un negro guapo como un sol, estilosamente desastrado y sexualmente de lo más interesante, nada más entrar yo en una tienda para comprar una botella de vino, me abordó diciendo"nice shoes". Sólo en NYC un chico guapo alaba tus zapatos.
Later.

sábado, 4 de octubre de 2008

New Yorker Post. Crónica cuarta

Estimados seguidores de mi periplo americano, aquí estoy una semana más narrando mis avatares. He de decir que esta semana ha sido un poco más floja tras el difícil descubrimiento de que soy una más entre los mortales y el amor ha llamado a mi puerta para convertir mi vida paradógicamente en un sinvivir. Yo no sé estar enamorada y la incertidumbre me consume. Sufro mal de amores neoyorquino y por momentos me encuentro a mí misma pensando cosas que ni la mismísima Carrie Bradshaw en su columna de pacotilla. Esperemos que se me pase pronto este tormento, crucen los dedos.
A lo nuestro: acabo de volver de ver una exposición en el Bronx, ese distrito denostado donde cualquiera pensaría que es más fácil comprar una pistola o un kilo de crack (perdonen mi ignorancia, pero no sé a cómo va el crack) que asistir a una exposición. Pues se equivocan. Si bien es cierto que sigue habiendo una parte del Bronx a la que no llevarías a tus hijos a jugar al parque, el Bronx (y casi toda Nueva York) ya no es lo que era de 10 años a esta parte, por mucho que el cine siga sacando partido a esa imagen. El Bronx tiene un museo de arte, pequeño pero muy apañado, con muchas actividades para toda la familia, que mis más allegados saben que por misterios de la naturaleza el hecho de que existan actividades para niños es siempre un plus en mi estimación personal. Y no porque los niños sean objeto de mi agrado, dios me libre, repito que es un misterio. Eso, que he disfrutado mucho con una expo llamada "Street art, street life", con muchas fotos ochenteras, graffitis de Basquiat e instalaciones diversas. Muy recomendable. El museo está un poco a tomar por culo, he de decir, pero el hecho de que una señora de lo más emperifollada y con extravolumen en su cabello te indique el camino diciendo "después de aquel bilding blanco" es un extra a considerar.
Esta semana he probado la cheesecake de Junior's, uno de los lugares más famosos de la ciudad para comerla. Y aunque no hemos ido hasta el primigenio local de Brooklyn, la experiencia no ha decepcionado a ninguno de los pequeños gourmets que me acompañaban. Dulce, densa, delicious.
Tengo una nueva compañera de habitación que me hace vivir en un bucle continuo. Es de Alemania, como mi anterior compi, tiene su misma edad, se va a quedar el mismo tiempo y se llama también como la otra. Curiosas chorradas. Si la próxima repite, empezaré a sentirme como en el día de la marmota.
Hemos despedido a mi colegui coreano Kung Fu Panda, q se va de vacaciones a su Corea natal, con una comilona en Korea Way. Una sorpresa la comida coreana, para chuparse los dedos. Mis compis alababan mucho mi hábil manejo de los palillos, producto de mi visita semanal al Sushi Ya de Barcelona. Por cierto que aquí ya he encontrado un japo genial delante de mi resi en el que me estoy ganando a pulso el título de cliente preferente, menudos noodles, oiga.
He vuelto por el Metropolitan casi dos años después, esta vez con toda la calma del mundo, saltándome a la torera las salas que me importaban directamente un pimiento y regodeándome en aquello que me interesa. He saldado la deuda pendiente con Modigliani que contraje en mi último viaje a Madrid y tengo en mente una visita próxima a la galería Neue, repleta de Klimt y Paul Klee.
He cogido de nuevo el gélido ferry que va a Staten Island para ver la estatua de la libertad de lejos. La estatua tiene la curiosa propiedad de empequeñecerse en las fotos, tanto que parece una hormiguita aunque tú la veas en tus narices a un tamaño más que respetable.
Ahora que va a hacer un mes que me encuentro en el Nuevo Mundo, la lista de must se va reduciendo y me dedico a vivir tranquilamente. Voy a mis clases, como lo que me apetece y a la hora que me apetece -según mi estómago exija hago horarios españoles o americanos-, paseo mucho y trato de mejorar mi inglés, que es el motivo de mi viaje y el motivo de mi frustración. Tengo que meterme en la cabeza que por mucho que quiera aún no estoy preparada para conversaciones de alto nivel, pero todo se andará.
El ambiente aquí está superrevolucionado con la caída de Wall Street, como para no estarlo. Bail out es la palabra que más oigo/leo y que nunca olvidaré mientras viva. Miedo me da que de un momento a otro empiecen los suicidios en masa de caballeros encorbatados. Hablando de Wall Street, que siempre me olvido, gracias a mi pelo rojo y mi curiosidad gatuna, he servido de voluntaria forzosa de un mago que actuaba espontáneamente en dicha calle, el cual traspasó mi mano y metió una moneda dentro de una botella de cristal cerrada que yo sostenía. Yo tampoco me lo creería, pero es que lo he sufrido (tanto que durante un buen rato tuve la marca de la moneda en mi mano), allá ustedes.
En fin, que les dejo porque me voy a un club, idea que me aterra, pero allá donde fueres, pues ya sabes.

viernes, 26 de septiembre de 2008

New Yorker Post. Crónica tercera

Aquí sigo, amigos míos, viviendo una espiral de emociones continua. Todo sigue maravillosamente bien. El tiempo vuela y la semana que viene ya empieza octubre, cosa que me asusta un poco. Ya me han aconsejado un buen lugar para comprarme un disfraz de halloween y esta noche empieza la recta final de las elecciones con el primer cara a cara LovelyObama-McCain. Pero vamos a lo nuestro.
El otoño ha llegado a la ciudad, que ya era hora. Hoy ha amanecido lloviendo y se ha desplegado un inmenso abanico de katiuskas de todos los tipos y colores. Pero lo de llevar paraguas no lo llevan muy bien y no conocen las reglas implícitas que su uso conlleva que todo gallego de pro acostumbrado a la lluvia desde la cuna conoce y respeta.
Esta semana he vuelto a Queens. Esta vez a comer creps de plátano, queso y dulce de leche, maravillosos. He estado en Astoria Park bajo la lluvia. Sigo sin conocer la famosa bola del mundo gigante que tienen en Queens. Mis compañeros de clase son la bomba. Hoy ha sido el último día de la judía y a pesar de nuestras diferencias (sobre todo en lo tocante al Monopoly, ya que ayer llegó a mandarme callar) nos hemos despedido con pena.
Me estoy aficionando a las sopas. Me chiflan las sopas, de pavo, de brécol, de patata. He probado la barbacoa coreana, que es una delicia grasienta que grita colesterol a cada bocado. He disfrutado de mi primer brunch en el East Village mientras parloteaba sin parar con mi parteneire, Javi de Calpe, quien nunca en su vida había oído la palabra brunch. Me he bebido millones de frozen margaritas con mi amiga la brasi, que es un personaje sin par que quiere hacerse un tatuaje espantoso que sólo de pensarlo me hace exclamar para mis adentros "oh, my god!". Con ella he visto Mamma Mía en Broadway, divertida y hortera a partes iguales, como debe ser todo musical que se precie.
He descubierto que los cruceros desde aquí están tirados de precio y tengo planes con una de las coreanas de pasar unos días en las Bahamas antes de irnos. Quiero pasarme por el Metropolitan esta semana y acercarme a Coney Island el próximo domingo.
He vuelto a ver a Tom y me ha llevado a Brooklyn, donde se respira tranquilidad a un paso de la locura de Manhattan. He salido a mi primera escalera de incendios en una noche maravillosa. Y me he dejado besar y he besado como si los años no hubieran pasado, sentadita en sus escalones.

viernes, 19 de septiembre de 2008

New Yorker Post. Crónica segunda

Una semana más informando desde los States. Empiezo a sentirme por fin instalada, se acabó el jetlag, se acabó el asombrarme a mí misma al pensar de repente "pero si estoy en Nueva York!".
El balance de la segunda semana también es muy positivo. Empiezo a soltarme con el inglés, sobre todo tras una cervecita o un cocktail. En mis clases me río bastante, la verdad, rodeada de todos esos asiáticos que cada día me sorprenden con algo nuevo. Que si es habitual operarse para tener doble párpado (como los occidentales) que si yo qué sé. Hay también una chica israelí y nos tenemos un poco atragantadas la una a la otra, me da la impresión. Esta mañana hemos estado jugando al monopoli y la muy puta tenía todas las calles que yo necesitaba y no había manera de que me las vendiera, con lo cual nos hemos pasado dos horas dando vueltas al tablero sin poder hacer nada ninguna de las dos. Los judíos siempre haciendo la puñeta en las finanzas, leches.
Estoy asombrada con el éxito que tiene mi pelo. Tíñanse de rojo y a triunfar en América, amigos. Sobre todo les gusta a los negros, que me piropean mucho y oigo a mi paso alabanzas hacia mi pelo. A las coreanas también les gusta, en parte también por los rizos, supongo. Las coreanas son superpresumidas. A la primera de cambio sacan un miniespejito del bolso o se echan colirio o cremitas o millones de cosas que sacan de sus bolsos de señorita Pepis en medio de la clase. Me caen bien, tienen mucho sentido del humor y siempre se están riendo.
Los neoyorkinos no beben agua. Me tiene asombrada, porque tienen un agua riquísima y en los restaurantes te la sirven de gratís con las comidas y te reponen las jarras. Pero están siempre agarrados a bebidas energéticas de todo tipo, cafés o cóckteles, claro. Desde bien temprano.
Tengo cierta obsesión con las escaleras de incendios. Me flipan. Y la construcción en general. Me encantan esos edificios en tonos rojizos, marrones y blancos que se ven por todas partes. Mi zona favorita por ahora es el Village, con sus edificios bajitos y sus portales con escaloncitos en la entrada. Si tuviera que escoger un sitio donde vivir, escogería el Village, lleno de bares con rollaco por doquier, y tiendas fabulosas.
El finde pasado fui al MOMA. Tenían una exposición sobre Dalí y pude volver a ver el preciosísimo corto que hizo para la Disney que años ha habíamos visto las Chatungas en París. Pero demasiada gente, no tienes espacio físico y casi ni siquiera mental para poder disfrutar nada con las maravillas que tienen ahí dentro. En cambio el domingo asistí a una misa gospel y disfruté como una enana: la gente canta, grita y llora en comunión, como en una especie de terapia de grupo de la que deben de salir relajadísimos. He visitado también la reserva de aves de Central Park, que no lo había visto y es una maravilla. Me he topado de golpe y porrazo con el set de rodaje de Gossip Girl, Serena y Blair incluidas. Me he recorrido el Soho, el Noho, Chinatown y ayer he hecho una pequeña incursión en los bares del Lower. He salido por primera vez de Manhattan para cenar comida griega en Astoria, Queens. Porque ya he comido de todo, claro, aunque curiosamente hoy me ha salido un pequeño sarpullido después de cenar ayer en un sitio de comida orgánico-ecológica y mierdas de ésas sanas. Curioso.
Este finde me gustaría acercarme hasta el puente de Brooklyn de noche para ver el skyline de NYC ("De noche nada!", apunta mi madre). Quiero tomarme mi primer brunch el domingo. Quiero... Demasiadas cosas por y para hacer.
Y la semana que viene vuelve Tom de Portugal, así que se avecinan tiempos de nervios, sarpullidos e histeria amorosa. Permanezcan atentos a las pantallas de sus ordenadores.

jueves, 11 de septiembre de 2008

New Yorker Post. Crónica primera

Iba a esperar a cumplir una semana en la Gran Manzana para escribir las crónicas de mi sueño americano, pero me ha podido la impaciencia de tener muchas cosas que contar y poca gente con la que compartirlo. Porque eso es lo único que echo de menos por ahora, el vivir tantas cosas nuevas y no poder comentarlas ipso facto y claro, cuando arrivo a casa ya me he olvidado de la mitad de los pequeños detalles. Como aquel viejecito que comía M&M's en el metro y después de rechupetearlos con fruición escupía el cacahuete.
Mi ocupación principal en estos días es vagar por la ciudad cuando salgo de clase. Como no dependo de nadie me dedico a ir allá donde los pies me llevan, para acabar viendo el US Open en Union Square, a un saxofonista en City Hall Square o, como hace un rato, mirando hacia New Jersey desde un banquito en Battery Park, con el Hudson de por medio.
La gente en Nueva York es muy amable. Coincido plenamente con la guía Lonely Planet que en algún punto lo señala. He preguntado una dirección y me han acompañado amablemente porque les quedaba de camino. Me explican las cosas con calma cuando me ven despistada. Saludan con una sonrisa y te desean un buen día.
Nueva York se caracteriza por su diversidad, como se suele decir. A mí lo que más me ha llamado la atención es la diversidad en el vestir. Pero no me refiero ya a que uno vaya de traje chaqueta y otra con las bragas por fuera, que no. Si no que, a mediados de septiembre como estamos la gente viste de todas las estaciones del año. Te cruzas en unos metros con gente con katiuskas, sandalias, gabardinas, botas de pelo, camisetas de tirantes, medias tupidas y jerseys de cuello vuelto. Y realmente hace calorcillo, una temperatura ideal para unos vaqueros y una camiseta de manga corta. Pero a este paso y visto lo visto, con las ganas que tengo de estrenar algunas cosas puede que me pase al otoño en menos que nada.
Hoy, 11S, en una de mis rutas he pasado por la Zona Cero de camino a Battery Park. La primera vez que lo vi, hace un año y pico, la realidad me cayó encima como una losa. Y hoy, por segunda vez, se me volvieron a poner los pelos de punta. Hay que ver qué bien planeado todo, tan sencillo que parecería imposible llevarlo a la práctica.
Pero volvamos a lo positivo. Nueva York huele, huele intensamente. Arrecende, que diríamos en Galicia. Toda la ciudad huele a comida deliciosa (salvo algunos puestecillos que creo que venden una especie de pinchos morunos y huelen a requemao que da gusto). Las flores de los puestecillos, la fruta de los carritos callejeros, la ciudad huele maravillosamente bien. En comparación, mi adorada Barcelona huele mil veces peor.
El metro es bastante sencillo, aunque no quiero tirarme de la moto, porque aún estoy pillándole el tranquillo. Qué genial invento eso del metro exprés y el metro local... Sólo podría darse en un metro con más de un siglo de existencia, que ya están de vuelta de todo, vamos.
Hoy he pasado por el festival de San Gennaro, en Little Italy. Una especie de fiestas de pueblo, pero a lo grande. Algodón de azúcar, manzanas caramelizadas, tómbolas. Pero al mismo tiempo sonando Eros Ramazzotti de fondo y vendiendo pizza y canoli por todas partes. Y el elemento yankee, un puestecito donde podías tirar a un payaso en una piscina si dabas con la pelota en el centro de la diana. Menos mal que consiguieron tirarlo al puto payaso, porque menuda risita insoportable, que a punto estuve de pillar yo unas bolas y darle su merecido.
Y mañana me voy de picnic a Central Park con mis classmates. Ya no me dejaré embaucar por las ardillas, que me han avisado de que son muy peligrosas, las jodías, con lo monas que son.
En fin, that's all, folks.

sábado, 30 de agosto de 2008

Parrillada de verano

En estos días que llevo de recreo y solaz en Altea luchando (y parece que venciendo) a mi persistente Hueso de Pollo, he vuelto a reencontrarme con la televisión. Que la tenía yo muy abandonada, hombre, que no me reconocía ni yo. Creo que lo único que he seguido este año en la caja tonta ha sido "Física o Química", para mi escarnio público, lo sé, y con verdadera devoción. Cuento las horas para que vuelvan esos diálogos tan didácticos a la par que desternillantes con ínfulas de moraleja. Y tengo que reconocer que seré la única persona que se los bajará de internet cuando me vaya a los States. Eso, que me he pasado los últimos meses, ya fuera por trabajo o por ocio, con la nariz pegada a la pantalla de mi portátil.
Pero a lo que iba, tres cositas me han llenado de alegría en mis vacaciones:
- "Mujeres, hombres o viceversa": No entiendo cómo he sobrevivido hasta ahora sin ver este programa. Pero gracias a Telecinco 2 puedo recuperar el tiempo perdido (así como ver la reposición de Gran Hermano 1 y descubrir que todos eran monstruosamente feos y lo que hemos cambiado desde el 2000. Para mejor, creo, aunque dentro de 10 años otro gallo cantará). Qué grande este programa, lleno de chonis recauchutadas y musculosos descerebrados. Qué grandes esas citas de 20 minutos en las que parece que el tiempo se detenga. Qué originalidad a la hora de escoger la temática de las citas. ¿Y por qué me parecen todos tan feos?
- "Ven a cenar conmigo": Este programa ha tocado techo (o fondo, según se mire) esta semana con un grupo de A Coruña. Sin palabras me ha dejado ese ser de nombre Edi, sacando una coleta cortada cual torero que otrora había formado parte de una frondosa melena de una cajita con forma de minicabina de teléfonos como colofón final a una cena grandiosa. Miento, como colofón final fue la verbena que se montó en el galpón de su casa, micro en mano y jaleando al personal. Yo lloraba de la risa, créanme.
- "Impares": otro descubrimiento que me da la impresión de que está un pelín infravalorado. No parece una serie propia de Antena 3, sino más bien parece un producto de esos nuevos canales moderniquis de los que nunca me acuerdo y es como si no existieran. Breve, divertida y bien hecha.
Y para disgusto de Ra, he de decir que por fin le he cogido el punto a Camera Café. ¿No les decía que he vuelto a la tele? Y por la puerta grande.

domingo, 20 de julio de 2008

I

Ésta es la breve historia de una chica, llamémosle I, por llamarla de alguna manera. I vivía tranquilamente dedicándose a sus cositas (que eran muchas y muy variadas) y enseñando a sus alumnas: a dos cardos borriqueros a ser más cariñosas, cómo desprender más sensualidad a otra, cómo vencer el mal de amores o hechizar al más reticente e incluso a las más torpes les enseñaba cómo abrir una naranja utilizando sólo las manos y sin tardar en ello una eternidad.
I era una chica especial, se decía que tenía poderes. Pero sólo sus más allegadas sabían que si se reía mucho, mucho, sus párpados se doblaban hacia arriba, en un prodigio de contorsionismo facial.
I sabía un montón de cosas. Y las que no sabía, se las inventaba, porque más de una se hubiera muerto en el acto si una pregunta formulada a I quedaba sin responder.
Pero lo que no sabía I es lo que le depararía el destino un día ventoso, en el que soplaba un viento de Levante por lo menos, ese viento que vuelve loca a la gente, que hasta se dice que ese día una amiga le mordió los dedos de una mano a otra haciéndola sangrar. Pues estando en perfecto estado nuestra I, seguramente empujada por ese viento traidor, se cayó en un seto. Y el seto, con ese complicado interior que tienen los setos lleno de ramas y engranajes para atrapar a los infelices, no la dejó salir. Los viandantes sólo podían ver unos pies asomando y unos gritos lejanos, y los días seguían pasando.
-¿Qué hace usted ahí, señorita? ¿No ve que está aplastando al seto, no ve que lo está haciendo sufrir?- dijo de repente una voz, dirigiéndose a los pies que sobresalían.
-Si pudiera salir, ¿no cree que ya lo habría hecho?- contestó I, en un derroche de simpatía y buenas maneras.
Con ayuda de este personaje I consiguió salir del seto que la atrapaba, no sin esfuerzo, ya que este nuevo personaje en la vida de I era un poco delgadurrio y ya se sabe que los setos son como cárceles vegetales.
-Me llamo M y soy ecologista por convicción y nudista por vocación.
I lo miró mientras se levantaba, de abajo a arriba, contrariamente a los que se suele hacer, con lo que lo primero que pudo ver fueron sus escayolas (para los profanos, zapatos con calcetines blancos). Pero al seguir subiendo se encontró con su sonrisa permanente.
-¿Sabes, M? Creo que éste es el principio de una gran amistad. Pero si algún día, por casualidad digo, llegáramos a casarnos... ¿Me prometes que no llevarás calcetines blancos?

jueves, 17 de julio de 2008

Wonder woman

Como muchos sabrán y otros se estarán enterando al leer estas líneas, hace unos meses que sufro de un mal que al principio no me dejaba vivir y con el que ahora comparto mi vida. Muchos han dado por llamarlo ansiedad. Yo prefiero llamarle “hueso de pollo”, porque se me atraviesa en la garganta y por mucho que yo trague, pues ni p’arriba ni p’abajo, ahí se queda.
Desde que llegó a mi vida este entrañable cuerpo extraño, voy de médico en médico buscando una solución que nadie sabe darme. Me enfado, lloro, trato de calmarme, y finalmente me lo tomo con filosofía. Una montaña rusa de emociones, pura adrenalina mi vida, oiga.
El caso es, que desde que Hueso de pollo y yo compartimos cuerpo, la gente se solidariza mucho conmigo y me regala cosas. Así es como llegaron a mi vida, además de la cinta de típex correctora que me regaló Ra, las Flores de Bach.
Las Flores de Bach son un remedio homeopático que consiste en, según la dolencia que uno tenga, hacer una mezcla de flores determinada que son mano de santo. Ésas son las Flores de Bach de toda la vida. Pero luego están las Flores de Bach de emergencia, que se llaman “Rescue” y están indicadas para casos de pánico, depresión, y un montón de situaciones extremas que yo no sufro, porque la verdad es que Hueso de Pollo y yo dormimos muy bien. En fin, que mi amigo Juanito, con la mejor intención del mundo, me las regaló para intentar acabar con mi intruso.
Las Flores de Bach son un somnífero. Créanme. Es ponerse 4 gotas en la lengua y caer en un profundo sopor del que es difícil salir incluso al día siguiente. Y tienen un sabor a aguardiente que las hace aún más adictivas.
Todo el mundo recurre a las flores de Bach en algún momento en Can Chatunga. Y yo, cual Anthony Blake homeopático, voy durmiendo a la gente a golpe de pipeta mientras chasqueo los dedos: “1, 2, 3, dormido”.
Por otro lado, con todo este jaleo, he cambiado de médico de cabecera para toparme con un personaje de película con toda la pinta de haberse escapado de un psiquiátrico para ponerse una bata de médico y hacer feliz a la gente con gracietas del tipo “me duele el oído y estoy un poco sorda”, “pues entonces le puedo llamar gorda sin que se entere”. A mi Hueso le cae genial, es verlo, y le anima el día. Este médico siempre le lleva la contraria a todo el mundo, y como es tan simpático, pues le hago caso a él. Me ha aconsejado antihistamínicos y un spray de própolis que usa él también. Por miedo a convertirme en la Bella Durmiente, he optado por dejar las Flores de Bach y probar los antihistamínicos. Pero lo mismo. Por las mañanas me despierto con un sopor insoportable, que hasta diría que veo borroso, como en las escenas de sueños de las películas.
Total, que esta mañana he llegado tarde a trabajar otra vez, despeluchada y muerta de hambre, para pasar aquí unas horas de cuerpo presente, porque mi mente aún está en un lecho de pétalos de Bach del que es muy difícil salir, tengan cuidado.

miércoles, 2 de julio de 2008

1080, ni pa ti ni pa mí

Me acaban de dar la terrible noticia de la muerte de Simone Ortega, inspiración culinaria para muchos y muchas y autora de uno de los libros mas vendidos en este país, tras El Quijote y la Biblia. Tenía en mente una entrada sobre los Kikos, secta católica que me tiene sorbido el seso desde que han llegado a mi vida (no literalmente, menos mal), pero tendrá que esperar. Simone lo merece.
Creo que fui yo la que introduje en mi piso de Santiago a Simone, tras robarle el libro a mi hermano. Y rebautizada rápidamente como Saimon (like “Simon says”), entró en nuestras vidas con sus 1080 recetas de cocina. Número curioso, 1080. ¿Por qué no 1000 o 1100? Ya nunca lo sabremos. Me lo imagino como una apuesta con su hija Inés, quien hábilmente la sustituyó en las últimas páginas del ¡Hola!, con una receta nueva cada semana, a ver cuál de las dos sabía más recetas.
Saimon era especial. Era la musa de la cocina, la inspiración gastronómica. Y para más inri, nuera de Ortega y Gasset. Y esposa del fundador de “El País”. Y, detalle que acabo de descubrir para mi jolgorio, mujer emprendedora que montó con unas amigas ¡la primera tienda de bricolaje de Madrid!
A Saimon no se la podía seguir al pie de la letra nunca. Ella se empeñaba en concretar las cantidades, ya fuera tantos gramos de sal o de azúcar, y siempre tiraba a la sosería (quizá como muestra de clase). Cuando uno ya era un alumno avezado de Saimon, pues las cantidades se echaban a ojo de buen cubero y sin problema.
Las 1080 recetas de Saimon están cargadas de pequeños detalles que se le escapan a los no iniciados. Hay una receta, que creo que tengo señalada en mi libro, que en la lista de ingredientes necesarios indica que requiere “unas gotas de líquido amarillo”. Anonadada me quedé en su día.
Pero sin duda, mi toque favorito marca de la casa, es que cada vez que una receta necesita clavo, Saimon rápidamente puntualiza entre paréntesis “especia”. Saimon siempre prudente, no fuera a ser que alguno de sus seguidores menos mañosos le echaran un puñado de tornillos a la cazuela y echaran a perder el plato. Quizá le venga este miedo de sus tiempos en la tienda de bricolaje.
Allá donde estés, Saimon, te imagino haciendo una quesada y epatando a los angelitos ésos que no saben sacarle más partido a un bote de Philadelphia que hacerse unas simples tostadas.

sábado, 21 de junio de 2008

Es-pera

Toda persona de bien en Barcelona tiene su propio paki, que no es otra cosa que una tienda de alimentación regentada por un individuo normalmente de nacionalidad pakistaní (de ahí su nombre) donde uno puede suministrarse de cervezas, harina, lejía o patatas fritas.
Nuestro paki es de Bangladesh y se llama Shuman. Es el mejor paki del mundo, el más guapo y el más estiloso. Pero nos ha abandonado, ya que con todo el dolor de su corazón y de los nuestros, se ha mudado a la Barceloneta a regentar otro paki.
Shuman tiene una mujercita postadolescente allá en su país, esperando para reunirse con él. Hubo una larga temporada que Shuman desapareció. Cada mañana salíamos preocupadas al balcón para comprobar si había vuelto y, cuando ya estábamos a punto de llamar a la policía, nos encontramos con las verjas de la tienda levantadas de nuevo. Había estado en Bangladesh casándose, ni más ni menos. A mi hermano, que siempre fue su favorito, le enseñó fotos del enlace y todo.
Nuestra amistad se remonta a los inicios de nuestra vida en Can Chatunga. En un momento de emergencia me vi en la necesidad de dejarle las llaves de mi casa a mi pakis para que se las diera a mi hermano. Le brillaron los ojitos y comprendí que ese voto de confianza le llegó al alma.
Shuman siempre estaba en la puerta de la tienda, a velas vir. Nos veía llegar a lo lejos y cuando estábamos a puntito de pasar a su lado se hacía el despistado para saludarnos en plan "ah, chicas, ¡no os había visto!".
Tiene un gran sentido del humor, como quedó patente el día que bajé a por zumo de pera (sí, de pera) y me dijo "¿Zumo de pera? Es-pera", chistazo que celebré por todo lo alto por lo inesperado del mismo.
Ahora regenta nuestro pakis el cuñado de Shuman, que no es tan guapo ni tan estiloso, pero es bastante gracioso y parlanchín. Ya me ha contado que come un bocata de pimientos y cebolleta cada día, duerme poquito, cena un cuenquito de arroz y que no entiende cómo es posible que esté gordo. Yo le dije que no lo entendía tampoco, claro.
Pues resulta que nuestro paki se fue a la Barceloneta, como decía. Y como el verano, después de oponer mucha resistencia, ha llegado por fin a la ciudad, hoy tuvimos nuestro primer día oficial de playa. Al volver decidimos pasarnos por donde nos había indicado que estaría trabajando y se llevó una superalegría al vernos y nos emocionamos mucho todos. Después de darnos formalmente la mano a cada una y de invitarnos a unas aguas, nos enseñó su nueva tienda, amplia, ordenadita. Un notable progreso. Bravo por Shuman.

viernes, 2 de mayo de 2008

Mario, eres peor que Wario

Tengo una DS de color rosa bebé en Can Chatunga, que es la alegría de mi hogar. De mi hogar, porque lo que es mía no demasiado, ya que las ocasiones en las que puedo pillarla libre o con batería son limitadas. Pero como soy comprensiva con la gente que ha tenido una infancia sin videoconsolas y quiere recuperar el tiempo perdido a marchas forzadas no me enfado. Incluso cuando me levanto magnánima comparto alguno de los trucos aprendidos a base de saltos y tuberías secretas.

Pues resulta que ayer fue una de esas noches en las que pude disfrutar de mi DS antes de irme a la camita con Harry Potter (una noche perfecta, sí). Estaba agotada después de la fiesta de despedida de Giulia la noche anterior y sin fuerzas para repetir. Sola en casa con Trece, porque la mitad de las chatungas se han ido de puente. Y entonces la vi, rosita, esperando su momento.

Tengo un juego pirata que incluye millones de juegos, cortesía de mi señor padre. Son tantos juegos que aún no los he probado todos. Y ayer me decidí a probar uno que se llama "Imagina ser mamá". Lo sé, el nombre no auguraba nada bueno ni demasiado adulto.
"Imagina ser mamá" consiste en una niña que se queda sola en la casa de su abuela durante el verano para cuidársela, mientras el pendón desorejado de la abuela se va a dar la vuelta al mundo y de vez en cuando te manda souvenirs, como unas maracas. Tienes una especie de Pepito Grillo que es una cigüeña que te aconseja que pases la aspiradora en tus ratos libres o que pintes el zócalo del salón. Y el objetivo del juego es que cuides de los hijos de todo el vecindario, que te pagan 4 perras que te tienes que gastar en juguetes para entretener a esos demonios o que, si consigues ahorrar algo, por sabio consejo de la cigüeña de los cojones, lo guardes para comprarte tu propia casa. Yo no daba crédito, amigos. Así que en el momento en que me armé un lío con una caja de sonidos que mugía como una vaca, el bebé de turno me lloraba como una magdalena y llegó el vecino protestando porque su bebé parecía un poco aburrido, decidí que ya había tenido suficiente entrenamiento para ser una mamá de campeonato el día de mañana.

Y me dispuse a jugar al jueguito ése en el que soy un náufrago y como setas que me hacen tener alucinaciones hasta que muero por inanición por culpa de la náufraga a la que me encuentro en la isla a la que muy caballerosamente invito a que se coma los escasos cocos que he conseguido compilar.

domingo, 20 de abril de 2008

Apocalypse Nerd

Procedo a resumirles mis quehaceres de los últimos tiempos a modo de disculpa por semejante abandono.
Estoy trabajando mucho. Soy assistant editorial del departamento de Comunicación de la Editorial Planeta, Grandes Publicaciones. De las pequeñas se encargan otros. Suena bárbaro así dicho, pero en realidad me dedico a perseguir a colegios de todo el país para que me manden los textos de sus niños para que nosotros les hagamos un libro gratis muy mono y en el momento de entregárselos poder meter a un comercial en su casa que les coloque una de nuestras grandes publicaciones. Eso sí, sin compromiso comercial, ojo. Lo más divertido son los textos de estos niños, cuando me encuentro cosas como la siguiente: "Mi padre sólo bebe cerveza y está tumbado en el sofá viendo el fútbol". Tal muestra de sinceridad venía acompañada de una nota de la tutora de turno, que decía: "Después de reflexionar sobre el hecho de que su padre podría enfadarse, Fulanito escribió un segundo texto 'Mi padre ha mejorado un montón, ahora sólo ayuda a mi madre' ". Pobre Fulanito, obligado a mentir desde la más tierna infancia.
Pues lo dicho, que en eso estoy, sin dejar de lado mis queridos cómics. Hoy mismo he estado en el Salón del Cómic, que quién me iba a decir a mí hace un año que me dejaría caer por allí, con invitación para más inri. En mi editorial (la otra, no Planeta) me han regalado uno de los cómics que corregí yo y he podido verle la cocorota a Quino, rodeado de hordas de fans y con un cartelito que decía que sólo le echaría una firmita a 25 privilegiados. Y ayer estaba Purita Campos, pero como una de mis compañeras de piso se cagaba por la pata literalmente y me vi en el deber de asistirla no pude ir a ver a la autora de mi siempreamada Esther Lucas.
Pues la experiencia no ha estado nada mal, la verdad. Siempre me había imaginado esta feria como un lugar lleno de otakus y spidermans, pero no. Hay gente normal. Yo me compré un Súper López. Siempre me he tronchado con la Súper Medianía. Y eso que temía que se repitiera el chasco que supuso la compra de un Don Miki hace un año en el Mercat de Sant Antoni. Pero no, Súper López no ha perdido ni un ápice de su capacidad hilarante, Luisa sigue tan mona como siempre y la nariz de Jaime es aún más grande de lo que la recordaba. Y lo mejor de todo, en la contraportada una viñeta dedicada a aquélla campaña antidroga de finales de los 80 que todos recordaréis "Engánchate a la vida", en la que unos niños le preguntan a Súper López cuándo piensa combatir las drogas con sus superpoderes y él dice que no es necesario, ya que cada uno puede hacerlo, simplemente "Cuando te ofrezcan chocolate, diles que naranjas". Me mondo.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Y te regalaré, infinitamente ingrávido, mi amor en el aire

He empezado mi nueva etapa profesional como correctora editorial. No sé si con buen pie o con mal pie, según se mire. El otro día me llamaron de una editorial, interesados en mi CV y en mi persona, para que les hiciera una corrección. Quedé fatal cuando dije que por supuesto les conocía, porque no tenía ni pajolera idea, ya que no publicaban novelas, como rápidamente respondió la marilisti que llevo dentro, sino cómics. En fin, que después de recuperar mi honor telefónicamente enumerando los múltiples cómics que había leído a pesar de no ser una lectora de cómics empedernida ni mucho menos (salvando Esther y su mundo), decidieron que yo no era tonta del todo y me convocaron a una reunión.
La reunión fue muy bien. Quedamos en que me pasarían un cómic para corregir, de prueba, y que saliera como saliera la cosa me regalaban un cómic para que no me fuera con las manos vacías y ellos se quedaran con la conciencia tranquila por el tiempo invertido. Muy majo el hombre, me gustó mucho. Era clavadito al vendedor de cómics de los Simpsom, como era de esperar.
Pues resulta que al día siguiente recibo un cómic en mi correo y un mensaje en el que se me llama Natalis en vez de Natalia y me piden perdón por haberse estado refiriendo a mí como Natalia todo el tiempo y no haberse fijado en mi nombre. No salgo de mi asombro en un primer momento. Cómo habrán dilucidado y si no fíjense en su teclado, la S está justo al ladito de la A, y las prisas son malas consejeras. Nada, que tuve que escribirle diciéndole que no tengo ascendentes cubanos, ni canarios y que me llamo como me llamo, bastante sonrojada mientras lo hacía, acompañada de las risas del resto de las Chatungas.
No contenta con eso, después de la prueba (que fue regulera), ayer me dan otra oportunidad con otro cómic que ya no es de prueba, sino trabajo real. Y me dicen que me han estado llamando al fijo de Can Chatunga y que siempre está comunicando. "Qué raro, pienso, si casi no lo usamos". Y claro, miro mi CV y mi número de teléfono fijo, que no suelo poner, está mal. Con lo cual tengo que llamarle y decirle que no me sé mi número de teléfono, a sabiendas de que era lo que faltaba para considerarme tonta de remate. Se rió mucho, con lo cual deduzco que he caído en gracia en esa editorial, aunque no sé cuántas más me pasarán antes de dejarme por imposible.
Resulta que ahora corrijo cómics, cosa que me tiene fascinada y de lo más entretenida. La mayoría son medio porno, pero siempre mejor que un libro que tengo sobre la estructura de la imagen en el mundo digital esperando ser corregido encima de mi camita. El último cómic alternaba viñetas con breves relatos, e incluso poesías enmarcadas en un cuadrito con angelitos, todo muy mariquita. Algunas son supertiernas, pero otras me dejan a cuadros cuando leo cosas como:
"Tengo una obsesión
con verte en la micción,
agarrar tu manguera
y apuntar a mi vera"

Me temo que me quedaré trastornada de por vida si sigo por esta vía laboral.

martes, 12 de febrero de 2008

Buh

Francesca, Alex, Claudia, Nicola, Fede, Imke, Sofi, Elena, María Patoucha, Stefano, Sabe y ahora la Pecosita.
La única pega de vivir en una gran ciudad es que todo el mundo tiene la manía de estar sólo de paso. Desde que llegué no he parado de despedirme de gente que se había convertido en parte de mi vida. ¿Es que nadie tiene pensado quedarse conmigo, aquí en Barcelona?

miércoles, 6 de febrero de 2008

I'm psyched to see you

Aún arriésgándome a parecer pedante (muy pedante) esta mañana me he dado cuenta de que soy una mujer del futuro que no necesita galanterías ni chorriflauteces para sentirse atraída por un hombre, sino que lo que realmente me pone es el conocimiento, un hombre listo y a ser posible diseñador web. Guárdense sus comentarios sobre mis escarceos con hombres que no detacaban precisamente por su inteligencia, por favor. Ni por su brillante futuro, mamá.

Esta mañana me he dado cuenta de que mi obsesión por el dreamweaver y por el diseño web está llegando a límites insospechados. Debo recordar que procedo de una familia con cierta tendencia obsesiva hacia las cosas más absurdas (mi tía y su obsesión con el Tetris, el marido de mi madre con ordenar la vajilla a todas horas, mi madre por no dejar un centímetro de pared libre y Carlitos con sus pegotitos de plastilina, entre otros), lo que hace todo quizá un poco más comprensible.

Bueno, al grano. Estaba yo esta misma mañana completamente desquiciada y con los nervios de punta en clase, peleando a vida o muerte con los uls y los lis y demás elementos del susodicho programa que se me resistían y se multiplicaban a voluntad (no conozco programa más terco que el Dreamweaver a la hora de hacer lo que le viene realmente en gana) cuando mi profe acudió en mi auxilio. Este joven -nada más lejos que desmerecerlo- no destaca precisamente por su belleza (y sus proporciones de exjugador de rugby profesional tampoco ayudan a lado de lo poquita cosa que soy yo), rápidamente comprendió el problema y con unos tecleos por aquí y otros por allá, en dos segundos rehizo mi trabajo de meses. En ese lapso de tiempo yo pasé de suspirar por lo bajo considerándolo mi héroe a tener toda clase de pensamientos impuros con este Adonis de la informática rondando mi mente, bastante sucia últimamente debido a un descanso en la ingesta de anticonceptivos, algo que me tiene con las hormonas revolucionadas.

Bien pensado puede que todo se reduzca a eso, a mis hormonas a mil, ya que ayer viendo la nueva serie de Antena 3, “Física o química”, sólo necesitaba que enfocaran dos veces a cualquiera de los niñatos para que le encontrara cierto atractivo.

Aún va a resultar que, a pesar de toda la racionalidad y metodicidad que llevo dentro como la Virgo de pro que siempre fui, la píldora mantenía latente una bomba sexual esperando su momento.

miércoles, 2 de enero de 2008

Feliz 2008

ENERO: Se nos va la Youngblood y Can Chatunga se queda huérfana. La tristeza se lleva mejor con las visitas de Arantxa y Claudia y la llegada de Elena y Kiko a casa. Chocolate con churros para merendar. Reencuentro con Salva, se nos murió el amor. Empieza la cuenta atrás de mi querida Cápsula.

FEBRERO: Nos regalan una cesta de frutas tropicales en agradecimiento a nuestra hospitalidad y nos disfrazamos del Zorro en Carnavales con gran éxito, aunque alguna acabe la noche con aspecto quijotesco. Campeonatos de tiro con arco improvisados.

MARZO: Empiezo el reparto masivo de flyers de la Cápsula, a le vez que empiezan mis quebraderos de cabeza. Acabo el máster de muy malas maneras. Corro un tupido velo. Me voy a Nueva York a ver a mis gorditas yankees y un temporal de nieve impide que vuelva a ver a Tom. Bebo cosmopolitans y como algodón de azúcar hecho por mí a las tantas de la mañana. Vuelvo a Barcelona. Conozco a Igor Gabilondo en el Kentucky, guapérrimo y listo, el mismo día que me roban mi tercer bolso. Desesperación temporal con gruesos lagrimones, pero mi siempre fiel Rasti lo encuentra. Pérdidas materiales: el móvil; pérdidas económicas: múltiples llamadas internacionales.

ABRIL: Semana Santa en Barcelona acompañada de Meganeumática. El diluvio universal se lleva mejor con torrijas a la cayena. Últimos preparativos de la Cápsula. Locura total, noches en vela y mucho morro. Pero todo un éxito, gracias a todos una vez más.

MAYO: Voy a casiña por fin. Voy a Eurodisney con mis bros. Farenheit 451. Empieza mi locura por el dreamweaver y la locura de hacer el cdrom de la Cápsula. Crisis en mi cole, me planteo dejarlo pero al final decido seguir. Mis niños rompen su primera ventana.

JUNIO: Por fin veo al “ou com balla”, mi hermana hace la comunión, viene María Patoucha. Un acordeonista argentino me llena la noche de pétalos de rosa. Vuelvo a ser pelirroja.

JULIO: Cocktails party al ron. Si no lo veo no me creo que me voy de colonias con los niños, frustración y diversión a partes iguales, patinaje sobre hielo en verano, mis niños rompen su segunda ventana. Mi prima Pati nos visita y se enamora de una japonesa en el buffet giratorio. Pierdo una diadema nueva y de paso los papeles. me voy a casa e intento colonizar la isla de Tambo a nado.

AGOSTO: Kafka en la orilla. Recorro Sicilia de punta a punta y consigo sobrevivir al siroco. Conocemos a Paolo en el avión, que después nos sacará las castañas del fuego. Adoro la granita.

SEPTIEMBRE: Cumplo 25 años y lo celebro por todo lo alto bebiendo agua, mientras otras hacen de las suyas desde las alturas. Llega Javi. Me peleo con los mossos de escuadra. Decido dejar el cole a última hora. Me voy a Trento a la boda de Franci. Súper alegría al reencontrarme con todo el mundo. Pegado de carteles, lecturas al sol y caza y captura de piñas.

OCTUBRE: Sabe nos deja y me voy a Bilbao. Me lo paso como una enana: como, bebo, me enamoro y la monto en sólo 3 días. Bilbao siempre tendrá un hueco en mi corazón. Vuelvo a casa de reenganche, triste y eufórica al mismo tiempo. Weeds. Ponga un punki en su vida y sáquelo al cabo de un rato.

NOVIEMBRE: Vuelvo a casa. Inauguramos la nueva casa de Begoña en Vigo sin pisarla siquiera. Sushi. Demasiado acento vigués para mi gusto. Mauricio o las elecciones primarias. Viene Giulia a vivir con nosotras, fiesta de inauguración. A la italiana, nunca mejor dicho. Me hago un esguince con las botitas blancas que se han vuelto negras. Me ponen una venda. Californication. Empiezo mis clases de diseño web.

DICIEMBRE: Me desquicio en mis clases de diseño web. A veces aprendo cosas, y sobre todo me río mucho. Decido irme a Nueva York en septiembre. Wilt. Tom me escribe. Amo a Tom de nuevo. Aparece un negro en mi cama que no me come el coco. Me regalan un cagatió. Layla viene a vivir con nosotras. Acabo el curso de corrección editorial. Corrijo “Azar”, de Joseph Conrad y me pagan por ello. Más sushi. Yogurines pagesos. Dexter. Vuelta a casa por navidad, tranquilidad y lluvia.