lunes, 15 de octubre de 2007

Diciembre 2006

Entre yernos anda el juego
Visto que Caco Larrañaga no tiene ninguna pesadilla navideña que echar en cara a su padre estas navidades, el caso que más me llama la atención últimamente es el del yerno de los Tous. Estoy convencida de que a los Tous, ese matrimonio tan bien avenido, tan mimetizado que parecen hermanos siameses más que marido y mujer, no les gustaba un pelo su yerno y esto les ha venido como anillo al dedo. Como anillo con osito de Tous al dedo, claro. Me imagino al yerno como al típico kinki que trae a la niña loca y a los suegros por el camino de la amargura, y esto ha sido su oportunidad para deshacerse del pesado lastre que cargaban. Porque claro, ¿a quién se le ocurre tener a alguien de la familia como jefe de seguridad de tremendo chalete? Da la impresión de que el yerno era un haragán sin oficio ni beneficio al que sólo pudieron darle un puesto como segurata, porque a ver quien lo mete en una joyería, para dejarnos en ridículo ante la Duquesita de Montoro y la Jaydi. Me encanta que todas las declaraciones de este juicio se infiltren a la prensa, como la más reciente "el fiscal recrimina al yerno de los Tous que no estamos en el Oeste". Esta falta de afecto hacia el nuevo yernísimo se vio claramente cuando el marido Tous (o la mujer, repito que es difícil saber cual es cual), al ser preguntado por reporteros de diversos telediarios estando ya el yerno en la cárcel y el albano-kosovar en coma cerebral, decía muy sonriente "pues sí, menudo susto". Y punto pelota. Eso sí, las ventas de Tous suben como la espuma estas navidades, no hay mal que por bien no venga, siempre tan sabio el refranero español.
El otro caso que me apasiona es el de la hija de Paco Marsó y su maridete, esa versión de Bonnie and Clyde moderna y de pacotilla. Pues resulta que el pobre Paco (que de pobre nada, porque me tiene un no se qué violento que me inquieta) estaba el otro día en "¿Dónde estás corazón?" resuelto a defender a capa y espada a su hija y yerno, cuando se enteró de que el yerno estaba enviando prácticamente sus memorias por carta a los periodistas, en las que aireaba todo un historial delictivo ya prescrito y un manual para cometer un atraco perfecto (para él robar un banco es "como tomarse una caña"), cómo piensa abandonar a la pobre Diana Patricia (su nombre, lo mejor del caso) en cuanto pueda en la trena amparándose en su locura. Toda su maquinación en directo, algo increible (que me pregunto yo que porqué las fuerzas del orden pierden el tiempo en investigaciones, cuando por la tele nos lo dan todo hecho, si no díganselo a Mayte Zaldívar). Eso debió pensar Paco, quien boquiabierto trataba a duras penas de mantener su pose de suegro perfecto, cuando todos sabemos que en cuanto lo pillara le rompería la crisma.
A tu lado me siento seguro
Ayer tuvimos la cena de final de máster y me da una pena horrible y el tiempo vuela y todas esas cosas. Pero a lo que quería llegar es que hemos llegado al cúlmen de nuestro retorno a la adolescencia, colofón perfecto para un máster que parecía por momentos el patio de un colegio.
Pues borrachera varias y llantos. Muchos llantos hubo ayer, y protagonizados por nosotras, las Chatungas. Una porque no sabe hacia dónde encaminar su vida, mientras la otra le daba ánimos de manera tan intensa que esas lágrimas de incertidumbre se tornaron de emoción. Horas después la Chatunga animadora (que no consoladora) lloraría desesperadamente al pensar que su bolso había ido a parar a manos ajenas una vez más, y se trataría de la tercera ocasión. Menos mal que sólo se trataba de una desaparición momentánea y el bolso estaba delante de mis narices, pero me bastó ese breve lapso de tiempo (sí, esa Chatunga era yo) para alborotar a todo el mundo y llorar gruesos lagrimones y quedar fatal cuando se descubrió que soy idiota y esas cosas que pasan cuando una lleva unas cervecitas de más. Pero es que no me podía haber pasado otra vez, mi bolso no, hay muchos más bolsos en el mundo, joder. Mi familia empieza a hacer conjeturas sobre mi estado nocturno para ser blanco tan fácil de los manguis.Y es que no hay nada peor en el mundo que te roben el bolso (bueno, la maleta con toda tu ropa, que también me ha pasado y no quiero ni pensarlo que me enveneno).
Y después de todo esto me levanto en estado semivegetativo y con cierto parecido a la Bruja Avería para enterarme de que la otra Chatunga llorona se ha dormido con la lentilla izquierda puesta y que al venirme a casa me he comprado la Diez Minutos porque en la portada contaban que Bea la Fea es novia en la realidad de su jefe en la ficción. Y me pregunto qué carajo me importan a mi esos dos.

Venus TV
Pues ya estamos aquí de nuevo, recién llegaditas de París cual baguettes humeantes, para descubrir que en nuestra ausencia el invierno ha llegado por fin a Barcelona. Y nos encontramos con la ardua papeleta de encontrar nuevo compañero de piso antes de dos semanas, fecha en la que volveremos a casa por navidad como el turrón.
Y es un verdadero coñazo buscar compañero de piso, sobre todo porque estoy convencida de que ya hemos agotado nuestra dosis de fortuna en las dos últimas ocasiones, en las que la convivencia ha resultado ser una quasi hermandad.
Las dos últimas, porque los primeros meses en Barcelona, conviviendo con Vitor, fueron una pesadilla. Era como vivir con una negra sombra que te asombra. Este chico era un personaje muy habitual en Santiago, absorvido por el nacionalismo, siempre en círculos políticos y sólo interesado en hablar de política. Y conmigo, como podeis suponer, pues no tenía mucho de que hablar. Aún recuerdo la cara que puso el día que estrené mis preciosas botitas doradas.
Vitor era tartamudo, salvo cuando hablaba de política, que le brillaban esos ojillos saltones que tenía. Vitor era un personaje sin igual, que se había venido a Barcelona medio exiliado, medio repudiado por esos que consideraba sus amigos. Decidió venirse porque de aquella se había echado una novieta catalana y se lió la manta a la cabeza y pidió la Séneca, como nosotras. Con tan mala suerte, que como todos sabemos la burocracia va lenta y en la universidad de Santiago mucho más, con lo que cuando se resolvió todo el papeleo ya esa novieta lo había dejado y se había echado una santiaguesa que según él se parecía a Ornella Mutti (me guardo mis comentarios porque la pobre chica no tiene más culpa que haberse enamorado de ese elemento).
Pues Vitor, vegetariano pero practicante de pesca deportiva, pasaba sus días sin nada que hacer, salvo sacarnos de quicio. Pese a lo semisabático que fue mi primer año en Barcelona los primeros meses yo tenía que madrugar para ir a las clases de catalán a las que nos toca ir a todos los que nos mudamos a este país y todos, absolutamente todos los días llegaba tarde porque Vítor tenía el baño ocupado. Total, que se duchaba con toda la parsimonia del mundo y ya estaba listo para papar moscas hasta ir a clase por la tarde, su actividad diaria.
Vitor hacía muchísimo ruído al comer, y no exagero. Tanto que cuando su cena vegetariana consistía en leche con galletas y no en un bocata de patatas fritas y chocolate, como solía, yo tenía que irme a mi cuarto para no oirle sorber de aquella manera. Sólo de pensarlo se me ponen los pelos de punta.
Le gustaba dibujar, y la verdad es que no lo hacía mal. Cada día había dibujos nuevos colgados en su habitación que yo iba rápidamente a curiosear, sobre todo cuando entramos en la etapa de los autoretratos. Dibujaba escenas eróticas en playas y lugares varios, abrazado a una chica. La verdad es que él estaba muy logrado, pero mi sorpresa fue mayúscula un día, al ir a ver los dibujos, cuando descubrí que a los pequeños alter-ego de Vitor de un día para otro les habían salido órganos sexuales, y menudos, oiga. Siempre pensé que ese día Vítor tenía en su agenda "no olvidar ponerle polla a los dibujos". Que menudo susto me llevé, pero en cuanto me recuperé organizaba visitas clandestinas a su cuarto para ver los dibujos, con mucho éxito entre mis amigas.
Pero un día llegó a casa diciéndonos que se volvía a Galicia. Que en Barcelona, allí donde se fue a cursar una especialidad matemática que en Santiago no había, en tres meses ya se lo habían enseñado todo. Que estaba a punto de entrar en un grupo como guitarrista (cosa que me asombró sobremanera, ya que todos los días le oía practicar con su guitarra un continuo "tin-tin-tin" suavecico) y a colaborar en una radio independiente, no fuéramos a pensar que era porque no se integraba, no. Y por su novia tampoco era, cómo podiamos decir eso.
Lo único que sé es que esa noche, cuando entré en el baño y encontré a Sabe lavándose los dientes, las dos nos sonreimos a través del espejo.
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Caga- tió
Una de las cosas que más me gusta de Barcelona es que siendo una gran ciudad cosmopolita y todo eso que ya se sabe ha sabido conservar el carácter independiente de cada uno de sus barrios como si se tratara de pequeños pueblitos autónomos y todo tipo de tradiciones que la gente cumple año tras año sin falta y con mucha devoción.
Que si los desfiles de dragones en la Mercè, ese peligro que son los correfocs (desfile/carrera en el que un demonio echa fuego y la gente se quema literalmente, por lo que cada catalán que se precie tiene su conjunto de ropa innífuga), comer pan con chocolate en la Mercè, comer castañas y boniatos en la castanyada... Mucho comer y mucho alternar por las calles, que es lo que tiene el clima mediterráneo.
Pero si hay algo que me gusta, que me tiene loca, es el "Caga-tió". Doy las gracias a mis niños del cole por el interesante debate al que pude asistir hoy en una de mis mesas sobre el susodicho objeto.
El Caga-tió, que no el caganet, (son muy escatológicos los catalanes, he de decir) señores míos, es un tronco. Un tronco de verdad, pero hueco. Hay Caga-tiós de todos los tamaños y se venden en los mercados navideños. Pues el invento se pone en navidad, no sé exactamente cuando ni hasta que día, porque tiene unas reglas muy ortodoxas, y se le alimenta durante unos días a base de frutas hasta la Nochebuena, mimándolo cuidadosamente. Es muy sanote el Cagatió y va comiéndose todo de la misma manera que los Reyes Magos prueban por educación un polvorón y un sorbito de champán, y todo el proceso se ve facilitado porque al Caga- tió se le pone una manta para que no se enfríe y por debajo de la manta se lleva a cabo la engañifa. De hecho este era el debate de mis niños, si el Caga-tió comía o si se lo comían los padres como decía el espabilado de turno, momento en el que intervine rápidamente para que no pierdan la ilusión antes de tiempo.
Pues llegado el día de Nochebuena, los niños armados de palos, le cantan al Caga- tió su canción y le dan golpes, para que este literalmente cague los regalitos, que no deberían ser otros que chucherías varias y turrones, aunque se dice que el Caga- tió ya caga hasta playstations.
Y lo mejor de todo si cabe, es la cancioncilla. Me costó bastante, pero conseguí que los niños, entre risas, me la cantaran...
"Caga tió, tió del bo, si no, et dono un cop de bastó.
Tió, tió, caga torró, si no cagues per Nadal, et donarem un cop de pal"
Entonces se destapa la manta y voilà...

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