lunes, 15 de octubre de 2007

Enero 2007

Eso no me lo dices en el polígrafo
Hemos tocado fondo. O puede que techo, no lo sé. El caso es que cuando yo soñaba con el año 2000, todos llevábamos armadura robótica (o al menos vestiduras plateadas) y nos trasladábamos zumbando en un caos de naves espaciales a propulsión. Y en todos esas fantasías no había sitio para un polígrafo, máquina prehistórica de la era de la Plaza Tutti Frutti.
Atrás habían quedado los tiempos del irritante Julián Lago y su máquina de la verdad e incluso el polígrafo de Alicia Senovilla había pasado con más pena que gloria por las noches de los viernes, salvando algún episodio para el recuerdo relacionado con pelos púbicos y olores.
Pero a lo que iba, ¿qué ha pasado, qué me he perdido de un tiempo a esta parte que cuando quise darme cuenta el polígrafo ya había inundado nuestras vidas?
Todo el mundo se pasea por el polígrafo para decir verdades, de Richi Bastante a Judd, de Mónica la Virgen a Carlo Constanza di Castiglione, de la Juani y su lechuga a Marisa Naranjo . En A tu lado o en Dolce Vita, nunca tenemos bastante polígrafo, estamos ávidos de saber una verdad que el dichoso aparatejo muestra de manera irrefutable. Vamos de ¡Oh! en ¡Ah! sin parar. Dios salve al polígrafo.
Pero yo lo que quería señalar del fenómeno son dos cositas... Me encanta, me embelesa y roba el sentido la cantidad de veces que durante una sesión de poligrafía se emplea el verbo "matizar", en todas sus formas... No se puede uno escandalizar de nada a priori, ya que todo es matizable y será matizado a su debido momento, no me sean... Y la segunda y no por ello menos importante es la carrera fulgurante de Amável, ese pseudo psiquiatra con gran parecido a Pepe Viyuela a quien auguro un futuro aún más brillante si cabe (recuerden que años ha vaticiné la vuelta de las zapatillas Victoria, no me tomen por una charlatana más) que su lucrativa profesión actual. ¿Quién es Amável?¿Dónde ha estado metido todo este tiempo?
Antena 3 amenaza con demandar a Telecinco. A puntito están de salir al mercado polígrafos de colores, de bolsillo, inalámbricos y estampados de cebra. Pongan un polígrafo en su vida, señores míos, déjense llevar una vez más por la locura colectiva.
De Freud y las grandes metrópolis
En el curioso mundo de los sueños, además de caerme por las escaleras con frecuencia y despertarme sobresaltada o que se me caigan los dientes, hay otro sueño que se me repite con ciertas variantes.
La primera vez soñé que volviendo de Londres, no me acuerdo qué pasaba exactamente (supongo que perdería el avión, algo habitual en mi vida consciente) que de repente me encontraba nadando en el Támesis. No recuerdo accidentes de aviación ni ninguna tragedia por el estilo, sinó que simplemente me tocaba nadar esperando que nadie se enterara de ese capítulo bochornoso de mi vida. Fue súper cansado, tenía mucho miedo y lo recuerdo todo perfectamente, como si fuera real. Este sueño lo tuve la temporada en que mi ex novio vivía en Londres y yo visité la ciudad con cierta asiduidad.
Pues ahora resulta que tengo una amiga viviendo en Nueva York a la que visitaré en los próximos meses y el sueño, con ciertas variantes, se me ha repetido esta noche. Esta vez, nada más llegar al aeropuerto, cogía el metro tranquilamente y mi sorpresa fue al llegar a la última estación y ver que el metro se introducía en un lugar cada vez más húmedo, una especie de canal, y había que bajarse. Yo intentaba seguir a la gente, pero cada vez había más agua y más peces, estaba muy oscuro y los guardias de seguridad nos metían prisa, con lo que yo me quedaba atascada en el camino demasiado aterrorizada como para ponerme a nadar otra vez, ¡qué ya había tenido bastante con lo del Támesis, jolín!. Total, que opté por dar la vuelta y me pasaba el rato en el metro, de origen a destino, sin parar.
Curioso mundo el de los sueños, sí.

No hay comentarios: