lunes, 15 de octubre de 2007

Septiembre 2007

BCNg
Cuando llegué a Barcelona se respiraba un clima de libertad y cosmopolitismo que se irradiaba al resto del mundo con presunción. La gente podía ir con los mismísimos al aire si le salía de los idem y se habían acabado los espectáculos maltratadores de animales, entre ellos los toros y el circo. Todo era armonía y flower power moderniqui.
Pero como todo en esta vida es cíclico, se acabó lo que se daba. Primero vino el multar por mear en la calle, punto que suscribo al cien por cien, y su versión vomitera, más difícil de evitar pero igualmente una marranada. Después el dejar de beber en la calle, la lucha antigraffiti, la persecución a los skater (cuando esta ciudad es conocida como la meca mundial de dicho deporte). Hasta los toros han vuelto, para disgusto del PETA!
Fueron cayendo una cosa tras otra, hasta llegar el turno de las bicis, nuevo negocio del ayuntamiento de Barcelona. Se han sacado de la manga un nuevo transporte público, el bicing, que por un módico precio anual permite al usuario disponer de una bici en teoría en perfectas condiciones durante media hora, término en el que deberá depositarla en una parada y coger otra si se desea, es decir, concebido para trayectos cortos como si fuera de parada de metro a parada de metro se tratara.
La idea en sí era, y es, fantástica. Pero a puntito estuvo de morir de éxito cuando el número de usuarios de repente quintuplicó al número de bicis disponibles. No había suficientes bicis en las paradas, y menos en las más céntricas. Las bicis se estropeaban y el proyecto no contaba con un servicio de mantenimiento rápido y a la altura de las circunstancias. La gente bajaba de las zonas altas de la ciudad con la bici pero no las subía. Importantes sectores de la ciudad quedaban absolutamente marginados al no entrar dentro del mapa de bicing y los problemas se sucedían al tiempo que las tarjetas de los usuarios se desmagnetizaban y quedaban inútiles y a los nuevos no les llegaban las prometidas tarjetas a casa, ganando tiempo para tratar de regular la situación.
La contrapartida vino dada por este clima de regulación de la vida de los ciudadanos, esos incívicos seres. Saquemos un nueva normativa para las bicis comunes y corrientes y hagamos caja. Multemos a los que van por la acera si ésta no mide más de 5 metros, a los que dejen su bici enganchada en una farola, a los que no usen el carril bici, a los que no lleven luces delante y detrás y a los que no tengan timbre. Empezarán a tomarse en serio el hacerte soplar cuando circules en bici, imagen que tanta gracia me hacía meses ha cuando me examinaba de conducir. Y si tu bici es vieja y fea, estás jodido, chato. Para que todo esto surta efecto, al menos económico, digo yo que dentro de nada las bicis deberán estar matriculadas a efectos de cobrar las multas, con el consiguiente impuesto de matriculación. Y seguro obligatorio, y yo que sé qué más vendrá. Todos deberemos ser bicing, con sus bicis stándar, se acabó llevar la bici de la comunión tuneada.
Pero de todo esto lo que más me preocupa y con diferencia, es que presiento que en un breve lapso de tiempo me obligarán a llevar ese antiestético casco cuando circule tan monísima en mi bici. Y recuerdo a mi madre diciéndome, no hace mucho: "Te voy a mandar el casquito ese que usabas para montar a caballo de pequeña para que te lo pongas al circular".

1 comentario:

C. dijo...

Oh, qué bien, ahora todos tenemos blogspot