lunes, 15 de octubre de 2007

Mayo 2007

Home, sweet home
Recién llegada de mi pintoresca ciudad natal, constato que contrariamente a otras ocasiones, en la ciudad se han producido algunas modificaciones desde mi anterior visita, cinco meses ha, y si me descuido desde que cargada con todos mis bártulos me vine a la ciudad condal.
Pues sí, señores míos, las tendencias han cambiado. Alguien ha corrido la voz y el sector servicios se ha visto alterado en sus principios más sagrados, seguidos a rajatabla en los últimos años. No encontré una sola inmobiliaria nueva, ni una, algo que me puso inmediatamente en alerta. Y lo que es peor, agárrense: una sola panadería nueva. Una.
Algún graciosillo se ha dedicado a difundir el bulo de que el negocio del momento son las tiendas de complementos, bisutería y demás baratijas de lunares/rayas/plumas de colores, procedentes del Lejano Oriente. Muerte al minimalismo en el tocador. Y los establecimientos de esta índole se centuplican por doquier, como moscas, con todo el peligro que conlleva la palabra complemento, ya que uno puede buenamente complementarse con una boa de plumas rosa chicle o bien con unos aros en las orejas que ni la aureola del Cristo del Buen Viaje, por complementarse que no quede. El caso es después encontrar quién se complemente con una.
También he visto una tienda de esas de botes de vitaminas tamaño XL, como las que atestaban Nueva York. Aún va a ser que en mi ciudad están más preocupados por el culto al cuerpo que por meterse una buena laconada entre pecho y espalda. O puede que se trate del mismo rumor que el caso anterior, que ya sería muy mala leche. Pero sólo este pensamiento me provoca una sonrisa y por primera vez en mucho tiempo tengo ganas de volver pronto.

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